viernes, 8 de enero de 2021

 




 

CARTA ABIERTA A MI HERMANO DEL ALMA  

 JOSÉ MARÍA ESPINAR SANTANDER.

             (DESTINO AL INFINITO)

 

(Finales del 2020)

                                    Granada Sandoval.

Mi querido José María, mi hermano de alma.

Hoy, último mes del aciago 2020, estoy viviendo una de esas noches interminables de insomnio que padezco y tengo el alma abrazada a tu recuerdo.

Como siempre, me engancho a la escritura, única fórmula que conozco para buscar tranquilidades, escribiendo se funde el llanto por mi  pulso dibujando mi sentir en letras hasta encontrar la paz que necesito.

Hoy hace once meses que te fuiste, once largos meses de dolor sintiendo tu ausencia sin regreso.

Desde entonces una parte de mi quedó vacía, la muerte fue contigo implacable, cruel e ingrata, llegó con su manto de agonía sin darte apenas tiempo de esquivarla.

Hoy mi alma quebrada en soledades recuerda tu imagen tan querida, estoy recordando tu última visita por mi casa, recuerdo tu sonrisa afectuosa disimulando el dolor que te aquejaba, tu voz enronquecida, casi apagada, tus ojos tenían un velo  nebuloso en el hermoso azul de tu mirada.

Venías con un libro entre las manos titulado, LA TIERRA SIN MAL de Jesús  Sánchez Adalid, traías también el trasportín de ruedas que siempre llevabas en el coche y una caja de kakis, se lo diste a Manolo diciéndole, “Toma todo para ti, te lo regalo”

Nos sentamos en el sofá y me diste el libro diciendo, “lo estaba leyendo pero te lo dejo para que tu lo acabes, te va a gustar” al cogerlo toqué tus manos, las sentí frías, tremendamente frías, las cogí entre las mías y dije, “niño tienes las manos heladas ¿Cómo estás hoy”, “Hay voy, bastante cansado, a ver si me las calientas, me iré cuando las tenga como tú… y no me preguntes nada que me cuesta mucho hablar” mantuve tus manos entre las mías mientras pensaba…¡Cuánto sufrimiento reactivo tiene la quimioterapia… ¡Dios mío si estás en algún sitio otórgale a mi criatura el milagro  que le está haciendo tanta falta!”

Estuve con tus manos entre las mías mientras oías algo que Manolo te explicaba que ahora no recuerdo, estoy segura que tú ni le escuchabas, al poco rato dijiste, “ya puedes estar tranquila, me has calentado las manos, me voy a casa” 

¡Cómo iba yo a imaginar que era la última vez que te vería! ¡Cómo iba a pensar que lo habías planeado todo para despedirte de mí en vida, me dejabas tu libro a medio leer y yo sin pensar que aquello era tu despedida…¡Dios que despiste tan tonto el mío!

Hacía tiempo no me habías abrazado como lo hiciste al irte, fue un abrazo largo, tierno cálido y me dijiste “cuídate mucho niña que este invierno trae muy mala cara” me quedé con tu libro entre las manos y yo te di el último que había escrito junto a otros autores, te dije, “es una antología titulada UNAS ALAS PARA VIVIR, un libro donde todos los autores hemos cedido nuestros derechos a favor de los trasplantes de órganos y médula ósea, la recaudación va por entero a la fundación José Carreras.”

“Falta me hacen a mi esas alas” dijiste dando un abrazo a Manolo al marcharte.

Aquel mismo día Manolo y yo nos vinimos a la torre, buscando tranquilidad y esperando el milagro de que por una vez el cáncer fuese benévolo contigo… confiábamos en el avance medicinal que te estaban aplicando, confiábamos que pudieras superar el mal maldito que tanto daño había hecho en la familia.

Pero no fue así, yo me convencí que todo iba a mejor al recibir el día de Noche Vieja la foto donde todos sonreíais junto a Sofía, me la mandó Lidia felicitando el fin de año, le dije a Manolo, mira parece que el José María está mejorando.

Qué equivocación más grande, aquella foto era una foto antigua que me engañó por completo, cuando Lidia la mando ya estabas ingresado en cuidados paliativos, quise ir a verte y la Evelyne me dijo que no lo hiciera porque tú habías pedido que no querías ver a nadie.

Me es muy difícil explicar mis emociones, muy difícil recordar aquel instante, tu vida se apagó al octavo día, te sedaron y a los tres días tu alma dolorida se fue al aire.

¡Cuánto dolor, cuanta amargura te dio el rayo maldito de aquel cáncer! ¡Cuánto daño esculpido en tu garganta, cuanto temor en tu sangre y en mi sangre!

Esta noche me invaden los recuerdos apretando con saña…son infames…me duele el corazón el pensamiento y tantos momentos gravados con tu imagen…

¡Qué negra cruz! ¡Qué losa ingrata se remueve grabada a fuego vivo en los rincones del alma!

Primero fue tu padre, luego el Antonio, después se fue el David y ahora tú… ¡Maldita enfermedad, mil veces maldita sea!

Esta noche no cabe más dolor en mi espesura, mi corazón se recrea en los recuerdos con tristeza y parece querer pararse sin remedio, duele sentir tanta dureza, tanto miedo encima de tus hombros, tanto dolor que supiste sobrellevar con entereza.

Mi soledad vaga sin voz, cansada y fría por el retablo infame que te abarca que parece sellado con la cruz de la amargura y el hechizo ingrato de la parca.

Hay veces que el dolor, las soledades, necesitan nutrirse en la escritura para poder aliviar tanto vacío, tanto daño que inunda al  corazón cansado de sufrir, y yo, que apenas se llorar, mi llanto es seco, es como un río interior que sobre pasa las compuertas del tiempo y de la vida por secas tempestades, mi llanto es como la tormenta que pasa tronando por crudos secarrales y necesita descargar a pedradas su dolor en forma de palabras.

Hoy tengo que escribir, necesito escribir sin freno, dejar salir el daño que me abrasa en un grito de dolor que me acongoja a punto de estallar…¡Arranco letras y letras que no paran de salir estrujándome el alma!

Versos y veneno, esa es mi forma de llorar, mi desahogo, la manera que tiene mi alma de serenarse, de que este corazón cansado y viejo encuentre la fuerza que le falta emborronando hojas en blanco de un cuaderno.

Yo siempre me he desahogado escribiendo, he cubierto cielo y tierra de palabras, he sido un huracán atormentado buscando sedación en la escritura, y hoy también quiero hacerlo.

Pero hoy, no quiero ahondar por la pena, hoy voy a regresar al principio del recuerdo, a los años más tiernos de mi vida cuando apenas yo tenía cuatro años y naciste tú prenda querida, te recuerdo como una seda de amor y de ternura que tenía en los ojos  todo el azul del mar y de los cielos.

Te tocaba y todo eras calor, chiquitín y tierno, recuerdo como tu madre y mi madre te arropaban, y yo quería ser tú, te sentía el gemelo de mi sangre, un tesoro sin par del alma mía.

Eras tibio y pequeño, blanca luna que llenaste de luz toda la casa, porque venías repleto de alegría para cubrir el vacío que había dejado mi hermana, mi única hermana, una niña rosada y chiquitilla que me dio pocos meses de compañía.

Ella me enseñó lo inmensidad del cariño más tierno en veintidós meses de su vida, me borró miedos y soledades que dejó el abandono de mí padre, ella llenó por entero mi alma con la ternura de un ángel… Pero de golpe se fue, me dejó sola de nuevo enseñándome por primera vez el terror de la muerte cara a cara.

Yo me quise morir, mi madre me dijo que se había hecho estrella y en el tul inseguro de mi vida mi obsesión era mirar al cielo queriendo irme con ella, por eso cuando tú naciste me convencí de que ella te había mandado para consolarme, que tú habías venido para aliviar mi soledad con tu presencia.

 Eras tan pequeñito, tan rosado, tan suave, tan tierno, tan del alma que te adentraste por completo por mi vida borrando mis ganas de irme al cielo, dándome ganas de vivir, dándome alas.

Contigo se me abrieron horizontes llenos de risa y juegos, y en mi infantil fantasía me convencí que eras el niño Jesús que mi hermana Expectación  me había mandado para que yo lo cuidara.  

Recuerdo aquellos años con tanta ternura, que me negué a que fueras mi primo, ser primo lo veía muy lejano, la prima Martirio que era un año mayor que yo me tomo unos celos rabiosos cuando yo le decía que era hermana del niño Jesús, como su padre era hermano de tu padre y su madre hermana de tu madre ella se tenía por tu preferida y siempre me decía “Es más mío que tuyo porque es mi primo doble, tu nunca serás igual que yo porque nosotros tenemos la sangre doble, tu solo tienes la sangre de tu madre porque tu padre no te quiere”

No te imaginas como dolía aquello en mi niñez cargada de complejos, aquella guerra de celos no se terminaba nunca, aumentaba con el tiempo, ella y su hermano me tenían por una intrusa que rivalizaba por igualarme en su doble parentela, dedicaban todo su tiempo en marginarme.

Fueron años de debates infantiles y guerras de cariño, años que no corrían, resbalaban por un sendero de juegos y trifulcas, por un tapete celoso que el tiempo nivelo en su justa balanza y cada cual gano el sitio en tu corazón con las armas puras del cariño.   

Cinco años después nació el Antonio, otro milagro de amor, otra esperanza, que en su inocencia pura transformó un hilo indestructible que trenzaría para siempre el lazo justo que me hizo vuestra  hermana.

Los dos fuisteis para mí mis dos puntales, el seguro protector que me faltaba, compañeros de apoyo y andamiaje de la frágil estructura que me abarcaba… fui para vosotros tan de vosotros, fuimos tan de igual y unida alma que la prima doble jamás me lo perdonaría, la tormenta de sus celos fue tan clara, que jamás comprendió que sus ataques eran abono de cariño en nuestras almas.

Hoy necesito recordar aquellas cosas que a nadie le dijimos, nos bastaba saberlo a nosotros tres, ella sobraba, pero hoy es preciso y necesario recordarlas porque tengo el corazón tan oprimido que solo vuestra imagen me relaja.

Por nosotros pasó el tiempo, todo pasa por el paso agridulce de la vida que deja su amargor y su esperanza.

En la vida hay tiempo para todo, pero el alma, esa cosa sutil que nos mantiene y que nunca sabemos situarla, esa nos deja una luz que es luz y enganche que nos mantendrá siempre unidos a pesar de la muerte y su  distancia.

Esta noche será la noche que se cubra de secretos eternos, de palabras, es la noche donde yo imprima ese retablo de unos años que fueron solo nuestros porque fueron trenzados de cariño, y el cariño nada ni nadie lo separa.

Por eso hoy necesitaba escribir, porque es mi forma de llorar o de reír, necesitaba este sedante del recuerdo en el alma,  estos recuerdos que me dan fuerza y de valor para elevar vuestra ausencia  al Parnaso eternal de la poesía.

 

A MI HERMANO DEL ALMA.
 
No quiero llorarte muerto
porque la muerte no existe.
Es mi cariño de hermana
que a perderte se resiste.
No quiero mirar los grises
ni en tus ojos ni en tu piel,
porque tus ojos son mares
y tu piel panal de miel.
 Quiero recordarte niño
junto a mí, ser dos estrellas
recorriendo las galaxias
lo mismo que dos centellas.
 Quiero tu mano en mi mano
corrigiendo mis errores
y sentirte siempre atento
para calmar mis dolores.
 Quiero recordarte alegre,
recordarte entusiasmado
contándome tus proyectos
de un futuro programado.
 Mis ojos buscan los tuyos
por el rincón más tapado
de aquellos años de infancia
que forman nuestro pasado.
 ¡No quiero llorarte muerto..!
¡Mi corazón adiestrado
se niega a ver que te has ido
y ya no estás a mi lado!
 La calle sigue desierta
pero yo sigo buscando
la inconfundible elegancia
que te fuiste cultivando.
 Salgo a la calle sin verte
pero sé que alguna estrella
baja de noche a la calle
para pintarme tu huella.
 Y te veo en cada esquina,
en el umbral de tu puerta
y en cada paso del alma
que lleva tu voz envuelta.
 Por eso, en el tiempo incierto
que me quede aún de vida…
¡No quiero llorarte muerto
aunque tenga el alma herida!
 ¡Tú siempre estarás presente
entre flores tierra y trigo
porque tu vida fue vida
venciendo a cualquier castigo!
 
                                Granada Sandoval.
 

         ENTRE TODAS LAS FLORES DEL MUNDO LA              ELEGISTE A ELLA EVELYNE HULOT



 

 

 

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