lunes, 21 de junio de 2010

MI QUERIDO DAVID

Por alguna parte tengo escrito un poema que dice que “cuando el alma está triste no le cabe ni el pequeño espacio de un suspiro”. Sin embargo muchas veces he oído, dicho y pensado otra frase bastante más repetida y desde luego con mucho menos sentido “Hoy no tengo el corazón para pensar” ¡Qué tontería! Con el corazón, ni queremos ni pensamos, ni sentimos, el corazón no deja de ser un musculo que late a impulsos de la sangre igual que un motor bombeado por el combustible, es un latido ciego que no tiene otro sentido que el de mantener encendida la bugía de la vida.
Hoy al empezar a escribir esta carta me he puesto a bucear por el disco duro de mi inteligencia para ver si soy capaz de hilvanar coherentemente algo rebuscando en lo ya escrito para encender la mecha de la inspiración, por eso me ha venido a la cabeza el fragmento de ese poema, porque en realidad, me invade la dimensión de la tristeza de tal manera que tengo bloqueadas todas las capacidades del pensamiento y ni en el alma ni en el corazón me queda un solo resquicio para poder dar margen a un mínimo de luz en el caudal de la esperanza, sin embargo no puedo resistir la tentación de escribirte, me he puesto ciegamente a teclear en el ordenador igual que otras veces dejándome llevar por las emociones, es un escape vital que hace muchísimos años adopté como terapia para no desmoronarme en la desesperación con los golpes de la vida.
Como dijo Pablo Neruda en su libro DOCE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÖN DESEPERADA, “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” pero te juro que desearía con todas mis fuerzas desviar los recuerdos hacia cosas muy diferentes de tu vida para que al elaborarte este homenaje póstumo saliera con la mayor destreza posible y no resultara tan desolado como estos últimos meses que te ha deparado el destino. Pero me va a ser imposible, deseo tanto dejar reflejada la entereza y el talento de hombre cabal que has demostrado dándonos una lección de responsabilidad y valentía ante el sufrimiento, que no me puedo resistir a la tentación de describir y preguntarme de donde sacabas la fuerza interior que te mantenía en el convencimiento de que “Tenias un cáncer, pero era de los que se curaban”. Ha sido brutal verte aguantar el dolor con el cuerpo encogido y las bromas entre los labios, sentir como hacías lo imposible por recuperar fuerzas aun sabiendo que te estabas deshaciendo por dentro, ha sido todo tan injusto que la impotencia me hace una vez más poner en duda la existencia de ese Dios que tanto nos han predicado. Es tanta la desesperación que me invade al ver que no tengo más remedio que recordar la angustia de Miguel Hernández cuando escribió su poema ELEGÍA, a la muerte de su mejor amigo Ramón Sijé, que no puedo por menos que identificarme con Miguel cuando escribió el lamento más conmovedor que se ha podido escribir jamás.
Te lo voy a poner aquí porque es un dolor paralelo al que me uno en este instante porque a mí te me has muerto tú injustamente.

Elegía

En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sije, a quien tanto quería.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas
compañero del alma tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos, mi dolor sin instrumentos
a las desoladas amapolas
dará tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado
un hachazo invisible y homicida
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida.
Lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
Temprano madrugó la madrugada,
Temprano está rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada
No perdono a la vida desatenta,
No perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes
Quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera
Por los altos andamios de las flores
Pajareará tu alma colmenera
De angelicales ceras y labores
Volverás al arrullo de las rejas
De los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas
Y tu sangre se irá a cada lado
Disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado
Llama a un campo de almendras espumosas
Mi avariciosa voz de enamorado
A las aladas almas de las rosas
Del almendro de nata te requiero
Que tenemos que hablar de muchas cosas
Compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández. (10 de enero 1936)

A mí también me gustaría “escarbar la tierra con los dientes para poder regresarte“ pero jamás será posible, tu decidiste que los malditos gusanos que devoraban tu hermosura ardieran como demonios para ganarles la batalla, la última batalla de tu vida te vestiste de Capitán América y les ganaste, ¡Vaya si les ganaste! Ellos no iban a poder contigo y quedarse tan campantes, les preparaste la trampa final todo tu dolor lo convertiste en humo y mi fantasía de alma soñadora quiere pensar que tu espíritu se elevó al infinito convertido en un hermoso Albatros surcando el azul de los azules entre los mares y el viento.
Tengo derecho a pensarlo, tengo derecho a escribirlo y tengo derecho a soñarlo porque son muchos a lo largo de la historia los que han plasmando el dolor o la tristeza, la desolación o el sentimiento en sus escritos al igual que yo voy hacerlo esta noche, esto no tiene nada de raro ni de especial es solo una necesidad del alma porque escribir es el único llanto autentico que permanece eternamente y esta noche yo lo considero totalmente mío.
Precisamente por eso voy a eternizarte en esta carta, porque las emociones, los sentimientos y las lamentaciones se quedan en el cuerpo o en el aire, se ocultan, se lloran o desaparecen, pero lo escrito se queda a través de los tiempos y si se hace desde el fondo del cariño puede eternizarse por el polvo de los siglos.
Así que voy a hacer un recorrido por todas las cosas hermosas que hemos vivido a tu lado, porque quiero recordarte de niño “El puñetero niño” como decía el abuelo Cristóbal, el niño que estaba en todas partes, que todo lo tocaba y con todo se reía, el que quiso ser hombre demasiado pronto queriendo hacer las cosas de los mayores y le llovieron lecciones paternales para enseñarlo a vivir entre lecciones de adulto.
Quisiera recordarte en la claridad de tus ideas cuando te preguntaba por los estudios y tú me decías “Tía yo soy un mal estudiante pero voy a ser el mejor de los “currantes” Quiero recordarte cuando te enamorabas y te desenamorabas “porque a las mujeres no las entendía ni Dios” cuando te decía que eras el más guapo del mundo y tú me contestabas “como se nota que estas jodida de la vista” luego cuando me operé de la miopía y te dije, ¡David que te sigo viendo el más guapo de todos! Y tú me contestaste “Pues me lo voy a tener que creer, a partir de ahora me voy a volver un gilipoyas” Y cuando conociste a Eva, me la presentaste diciendo “Esta me ha pillado” me regalasteis un juego de estilográficas y me dijiste “Haber lo que sacas con eso” a ella le dijiste “Esta es mi tía, la loca de la familia con la que mejor me entiendo” Eva me miro un poco cortada y se rió tímidamente, yo te miré a los ojos y una ráfaga de ternura se me subió a los labios.
Tú, siempre tú, autentico y verdadero, tu boca me estaba diciendo lo que pensabas pero tus ojos me decían que ya habías encontrado la compañera de tu vida y así fue, al poco tiempo os fuisteis a vivir juntos, nació Lara, tenias que vivir la vida de prisa tu subconsciente sabía que la tenías muy corta, luchaste con tesón, trabajaste intensamente, conseguiste comprar piso, camión, grúa, casita terreno… todo, lo conseguiste todo, pero te ha faltado espacio para disfrutar lo conseguido, todo se ha venido abajo de una forma brutal, como menos lo pensábamos, siempre tiene uno el temor de la carretera, los accidentes de carretera y tú estabas siempre en peligro con el camión, pero tu enemigo estaba dentro, traicioneramente dentro de tus huesos, esa maldita enfermedad que aun no se controla te sorprendido de repente sin darte tiempo a nada, “Tengo una hernia discal Tía” me dijiste en julio, “estoy hecho una mierda” quise darte un abrazo y me dijiste “ni me toques, que me duele todo” a la semana siguiente que eran dos hernias, luego tres y como dice el refrán “Lo que el médico hierra lo tapa la tierra” cuando te quisieron dar con lo que tenias ya era tarde, ya estabas igual que “EL OLMO SECO Y HENDIDO POR EL RAYO” como escribió Antonio Machado, el mazazo familiar fue tremendo todos parecíamos morirnos contigo poco a poco, pero al igual que dice el poema a nuestro corazón le cabía la esperanza de que con la fuerza de tu juventud y de tus ganas de vivir pudiera existir el milagro de otra nueva primavera, pero todo esperanza fue inútil, era demasiado tarde, los médicos fueron tajantes, no había nada que hacer.
La debilidad del amor es cobarde, el corazón se encoje y la desesperación se ceba en la impotencia, todo se hace inmensamente triste y hasta se llega a pensar que es imposible de aguantar tanto dolor y tanta tristeza, pero la mente tiene recursos que las personas ignoramos y tu mente estaba clara, tu cuerpo estaba hundido, pero tu mente estaba intacta para dar impulso a todo y a todos, para levantar el ánimo a los tuyos, para consolar sus almas, para prevenirlo todo arreglando el porvenir de tu casa, para despedirte diciendo que fuésemos felices.
Y así lo hiciste pediste al médico que te durmiera para marchar tranquilamente hacia el espacio sereno de la misión cumplida, bajaste el telón del drama de tu vida y te quedaste dormido con la sonrisa en los labios y aquí nos dejaste a todos con una losa en el alma pero con un rayo de luz en la herencia de tu sangre y esa orden de tus últimas palabras.
¡Quiero que seáis felices y que cuidéis de mi mujer y de mi hija!
¡A sus órdenes mi capitán América! Así será, ¡Cualquiera no es feliz después de haberte conocido!

Día 25 de noviembre del 2009

A David Espinar Hulot.
Un Guerrero del siglo 21 de formación tripartita, (andaluza, catalana y gabacha) que tuvo los bemoles en su sitio hasta el último suspiro.




Granada Sandoval

domingo, 20 de junio de 2010

Palabras

PALABRAS






Granada sandoval



Yo siempre he tenido palabras, mi boca es un volcán de palabras, mi boca es la fuerza de la palabra misma, del sentir más hondo de todo lo que pienso.
Mi cabeza piensa constantemente, las frases salen a borbotones, siempre distintas, siempre aderezadas con el sentir profundo de quien nació sincera. A veces son frases hechas, cosas aprendidas, pero la mayoría de las veces son sorprendentemente nuevas, distintas a todo lo aprendido, cosas que ni había imaginado, incógnitas sin nombre que debo de bautizar con sentimientos extraños.
A veces son poemas que brotan como un río, ¡palabras!, ¡Siempre palabras!. Frases y más frases atormentando el alma de quien nació para escribir.
Escribir y hablar es el oficio del poeta, me digo muchas veces cansada de pensar.
¡Poeta, trovador de los tiempos,! ¡Charlatán de ilusiones! ¡Vendedor de los sueños!
¡Qué fácil parece colocarse ésta etiqueta! Todos los días estoy conociendo poetas, rimadores de escalera que no conocen más senda que una cinta de palabra: Pero palabra vacía, palabra que no destila jugo de sangre, que no tiene sonido de tormenta, que no suena a citaras o violines. Son palabras sin alas, pájaros sin horizonte, faros sin luz, frases donde falta la esencia pura de la palabra misma, la fuerza que se agarra al corazón y a la sangre como el filo de un cuchillo.
Las palabras son un túnel de perfección, una laguna de ideas, un torrente de armonía que no permite descuidos ni vestimenta baldía.
El orfebre de palabras que cultive la poesía a de saber estar siempre afilando la palabra, puliendo la palabra, cultivando la quinta esencia de la frase justa, para desnudar la idea y aderezarla en su justa medida.
Lo demás, son sueños, petardos sin espoleta que van petando en castillos a ras de suelo y caseta. Batallitas de quijotes sonando la pandereta para ponerse blasones sin fuerza y sin etiqueta


VERSOS


Versos, versos y más versos, torrentera inexplicable que todos llevamos sujeta en algún rincón del pensamiento.
Sensaciones ocultas que se mezclan entre sí apretujadas y quietas hasta que un día bajan a los labios para dar imagen a los versos.
Porque los versos son la cara del sentimiento, el rostro del subconsciente, la figura de la idea que se va cincelando poco a poco.
Son la silueta de cosas que un día fueron emociones, fragmentos de amor, trocitos de ternura, vivencias que van cayendo del alma como serpentinas de ilusión; otras son astillas de desencanto o de añoranza, otras, gritos desesperados que arrancan esquirlas del alma dejando sobre el papel un bofetón de repulsa.
Los versos son recuerdos de cosas que están gravadas en el disco duro de la memoria y un día cualquiera, de un año cualquiera, se deciden a desclavarse del cerebro para tomar forma en el verso intentando de esta manera no desaparecer en el desván del olvido.





Me gusta jugar con la palabra, me gusta hacer de las frases un juguete que alivie mi abatimiento. A veces a altas horas de la madrugada, cargada de pesares me acuden los insomnios, cansada de ver atrocidades en la televisión, ¡Padres que matan a los hijos, suicidas cargados de explosivos que revientan en cualquier sitio
Llevándose por delante a todo ser viviente, maridos que apuñalan a su compañera por cualquier cosa, sacerdotes corruptos en pornografía infantil, políticos que se sacan los ojos por coger la vara de mando etc.
¡ Cansada, como digo de ver tanto disparate, no puedo conciliar el sueño y entonces es cuando me gusta entretener el tiempo jugando con la palabra. Me paso noches enteras escarbando en los sentidos con el deseo de buscar un mundo mejor Y cómo no, intento descubrirlo en los vocablos, en ellos rebusco afanosamente porque mi deseo es forjar frases nuevas, cosas que puedan tranquilizarme escarbando como loca en el archivo de la memoria.
Cuando hago esto, siento que se me relajan los nervios, que la sangre me circula sosegada por los regajos del cuerpo.
A veces me quedo asombrada, porque no sé si la fluidez del lenguaje corre con tanta rapidez por las cosas aprendidas, o es fustigado con saña por el deseo de aprender. Pero las siento brotar como un torbellino incontrolable, a veces cosas absurdas que al repasarlas tengo que rectificar mil veces y otras en un entramado de rimas coherentes y perfectas.
Palabras, siempre palabras, vocablos que son agua viva brotando del secano del alma, torrente de sinónimos que buscan la similitud en los recodos perdidos por el zurrón del tiempo. Así me paso noches enteras, como un trapecista del verso, balanceándome constantemente en el más difícil todavía, ¡Buscando, siempre buscando una frase nueva con una rosa en los labios y un punzón entre los versos!
¡Y cómo no! Cómo buen trapecista, me doy seguridad abrazándome a la paciencia, ¡ Muchísima paciencia! Para permanecer horas, que digo horas, días enteros, años o la vida entera si falta hace, para forjar un poema en el vaivén de un verso.
Un poema que nunca considero terminado, ¡Siempre me faltan palabras! ¡Siempre queda algo por redondear! ¿Conseguiré algún día hacer el poema perfecto? Ese poema limpio, puro y hermoso que pueda hacerle comprender al mundo la grandeza que encierra la palabra “Amar al prójimo como a sí mismo” Si alguna vez consigo pinchar exacto, dar en la diana con la palabra justa, entonces podré decir, ¡Albricias, soy poeta! ¡He derramado por fin un chorro de estrellas sobre los asnos del mundo!