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CUENTOS Y LEYENDAS
Una pareja de recién casados eran muy pobres y vivían de los favores de las gentes de un pequeño pueblo. Un día el marido le dijo lo siguiente a su esposa.
"Querida voy a irme de nuestra casa por un tiempo, buscaré un empleo y trabajaré hasta que haya ganado el suficiente dinero como para regresar y poder darte una vida más cómoda y digna.
No sé cuánto tiempo voy a estar lejos de ti, solo te pido una cosa, que me esperes y me seas fiel. Por mi parte, yo prometo serte fiel.
Así, que el joven caminó varios días, hasta que por fin encontró un hacendado que estaba necesitando un ayudante para su hacienda. El joven se ofreció para trabajar y fue aceptado.
Pero decidió hacer un pacto con su jefe:
Déjeme trabajar por un tiempo y cuando crea que es tiempo de irme, usted me liberará de mis obligaciones. Yo no quiero recibir mi salario, quiero que lo ingrese en una cuenta de ahorro hasta el día en que me vaya. Entonces en ese momento usted me dará el dinero que yo haya ganado.Se pusieron de acuerdo y aquel joven trabajó durante veinte años, sin vacaciones ni descanso.
Transcurrido ese tiempo se acercó a su patrón y le dijo. Jefe, ya es hora de regresar a mi casa, quiero que me entregue mis ahorros, saldré mañana muy temprano.
El patón estuvo de acuerdo, pero antes de cumplir con su parte del pacto, le hizo una propuesta: Yo puedo darte tu dinero y tú te vas, o puedo darte tres consejos y no te doy el dinero y te vas.
Si yo te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y después me das la respuesta.
Él pensó durante dos días, con muchas dudas porque se trataba de mucho dinero, pero como respetaba a su patrón y lo consideraba un hombre sabio y sabía que lo amaba como a su propio hijo, finalmente no dudó y le dijo: "Quiero los tres consejos" El patrón le recordó; "Si te doy los consejos, no te doy el dinero" Si, si, lo sé, pero quiero los consejos.
El patrón entonces le aconsejó.
1º "Nunca tomes atajos en tu vida." los caminos más cortos y desconocidos te pueden costar la vida.
2º "Nunca seas curioso de aquello que represente el mal." La curiosidad por el mal puede ser fatal.
3º "Nunca tomes decisiones en momentos de odio o dolor." Puede que te arrepientas toda tu vida.
Después De darle los consejos el patrón le dijo al joven:
"Aquí tienes tres panes,"dos para comer durante el viaje y el tercero es para comerlo con tu esposa cuando llegues a tu casa.
Después de veinte años fuera de su casa, el hombre comenzó el largo recorrido para regresar con su familia.
Cuando había realizado el primer día de viaje, encontró a una persona que después de saludarlo le preguntó adónde iba. El le respondió; voy a un pueblecito muy distante que queda a más de veinte días de caminata por este camino. El hombre le dijo entonces: Este camino es muy largo, yo conozco un atajo con el cual llegarás en pocos días. El se puso contento y comenzó a caminar por el atajo, pero de pronto se acordó del primer consejo. "Nunca tomes atajos en tu vida." Caminos más cortos y desconocidos te pueden costar la vida.
Entonces salió de aquel atajo y volvió a seguir su camino.
Dos días después se enteró que otros viajeros que habían tomado el atajo habían sido asaltados, golpeados y les robaron todo lo que tenían. El atajo conducía a una emboscada.
Después de algunos días de viaje, encontró un pequeño hotel y pensó en pasar allí la noche. Era ya muy tarde y al llamar una mujer le abrió la puerta y le atendió.
Después de tomar un baño se acostó a dormir. Pero de madrugada se despertó asustado al escuchar un grito aterrador.
Se dirigió a hasta la puerta para ir al lugar de donde procedía el grito, pero cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo, "Nunca seas curioso de aquello que representa el mal." La curiosidad por el mal puede ser fatal.
Así que regresó y se acostó a dormir. Al amanecer, después de desayunar, el dueño de la posada le preguntó si no había escuchado un grito y el le contestó que sí lo había escuchado. El dueño le preguntó; si no había sentido curiosidad y él le contestó que no, A lo que el dueño le respondió: Usted ha tenido suerte en salir vivo de aqui, pues en las noches nos acecha una mujer con crisis de locura, que grita horriblemente y cuando el huésped sale a enterarse de lo que está pasando, lo mata y luego desaparece.
El joven siguió su larga jornada, ansioso por llegar a su casa.
Después de muchos días y noches de caminata, cuando atardecía, se vió entre los árboles el humo que salía de la chimenea de su pequeña casa.
Se acercó un poco más y vió a que ella tenía sobre su regazo la cabeza de un hombre al que le acariciaba los cabellos.
Cuando vio aquella escena, su corazón se llenó de odio y amargura y decidió correr al encuentro de los dos y matarlos sin piedad, Respiró profundo, apresuró los pasos, cuando de pronto se acordó del tercer consejo.
"Nunca tomes decisiones en momentos de odio o dolor."Puede que te arrepientas toda la vida.
Entonces se paró y reflexiono, decidió dormir ahí mismo aquella noche y al día siguiente tomar una decisión. Después de haber descansado, decidió volver con su patrón, pero antes quería decirle a su esposa que él siempre le había sido fiel.
Se dirigió a su casa. Cuando su esposa abrió la puerta y lo reconoció, lo abrazó fuertemente, pero él con lágrimas en los ojos, le rreprochó que no le hubiera sido fiel y que lo hubiera traicionado con otro hombre.
Ella sorprendida le respondió: Yo jamás te traicione, te fui fiel durante estos veinte años.
Y entonces, le preguntó; ¿Quién es ese hombre que acariciabas ayer por la tarde?
Y ella le contestó; Ese hombre es nuestro hijo, cuando te fuiste descubrí que estaba embarazada.
El marido entonces entró en la casa, abrazó a su hijo y les contó toda su historia mientras la esposa preparaba la cena.
Finalmente se sentaron a comer con el último pan, tal como le había encargado el patrón, Después de dar gracias por los alimentos, partió el pan y al abrirlo, se encontró con todo el dinero que había ganado durante los veinte años que trabajó junto a su jefe.
Muchas veces creemos que los "atajos" nos ayudarán a llegar más rápido, lo que no es verdad...Muchas veces somos curiosos. queremos saber de cosas que no nos importan y solo nos dan problemas...Otras veces reaccionamos movidos por el impulso en momentos de rabia y después nos estamos arrepintiendo durante toda la vida.
(ELIDA)
Conjuro Sioux
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jefes guerreros y Nube Azul, la hija del cacique que era la más hermosa mujer de toda la tribu...
-Nos amamos...empezó el joven.
-Y nos vamos a casar...dijo ella.
-Y nos queremos tanto que tenemos miedo...queremos un hechizo, un conjuro o un talismán... algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos...que nos asegure que estaremos el uno al lado del otro hasta encontrarnos con la muerte.
-Por favor...-repitieron- ¿Hay algo que podamos hacer?
El viejo brujo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes... tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra.
-Hay algo...-dijo el viejo... pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada...
-Nube Azul...-dijo el brujo- ¿ves el monte norte de nuestra aldea?
Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos... deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte... si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena...¿Comprendiste?
- Y tú, Toro Bravo...-siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno... cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla, sin heridas y viva la traerás aquí el mismo día en que vendrá Nube Azul... ¡Salgan ahora!
Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada...ella hacia el norte y él hacia el sur...
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas...eran verdaderamente dos hermosos ejemplares.
Y ahora...¿Qué haremos? -preguntó el joven- ¿Los mataremos y beberemos de su sangre?
-No dijo el viejo.
-Los cocinaremos y comeremos su carne? -propuso la joven.
-No- repitió el viejo- Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre si por las patas con estas tiras de cuero... cuando las hayan anudado bien suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que les dijo el viejo, soltaron los pájaros...E águila y el halcón intentaron de levantar el vuelo pero al estar atados solo consiguieron revolcarse por el suelo. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad de volar arremetieron una contra la otra peleándose a picotazos hiriéndose y se habrían matado si no las hubiesen soltado.
Una vez sueltas les dijo el brujo...-Este es el conjuro que necesitáis. Jamás olvidéis lo que habéis visto...ustedes son como el águila y el halcón... si se atan el uno con el otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose... sino que más tarde o más temprano empezaran a lastimarse el uno al otro... por eso si quieren que el amor entre ustedes perdure... "vuelen siempre juntos...pero nunca jamás atados"
PAULA y MARTINA, LAS PRINCESAS PREFERIDAS DE LAS HADAS del LAGO AZUL
(Todos los derechos reservados)
Quiero contar una
historia que sucedió en el silencio de una noche de plenilunio; era Noche
Vieja, noche de fin de año, las agujas del reloj marcaban las doce en punto, el
momento justo de decir adiós al viejo año, dando paso a otro nuevo con la mayor
alegría. El cielo parecía un mantón azul celeste bordado de estrellas, los árboles
dormitaban semidesnudos apagando el murmullo del silencio entre las pocas hojas
que les quedaban, no se movía ni la más mínima brisa de aire.
Estaba todo callado
bajo el hechizo de la luna, hasta las aguas del Lago Azul estaban inamovibles, se veían limpias,
transparentes como el azogue de un espejo, todo el lago era un gigantesco
espejo donde se reflejaba la cara redonda de la luna llena, una luna que
parecía una vieja matrona que ocultaba su cuerpo lustroso y rechoncho entre sedas
de azul algodonado, mientras guiñaba los ojos fingiendo risueñas timideces. Todo
era paisaje sosegado, pureza inmaculada donde no había nada que perturbara la
paz de aquel momento, un momento que estaba diseñado por las hadas para
obsequiar a los niños que jugaban y cantaban villancicos como solo pueden
hacerlo los ángeles que disfrutan de la infancia. Como noche especial, en todos
los lugares del mundo niños y mayores compartían alegría llenos de gozo, había
que pasar el traspaso de un año a otro festejando el milagro de vivir un año
más disfrutando con la familia, era noche de cantar, de comer bien recordando
historias del pasado y de contarle cuentos a los niños.
Por eso. Porque aquella era una
noche mágica, porque yo también estuve en el Lago Azul y porque me encanta
contar historias, voy a escribir una en esta noche parecida, dedicada a mis dos
princesas que han venido a la vida siendo las preferidas de LAS HADAS DEL LAGO
AZUL: ellas son mis dos nietas Paula y Martina, descendientes de dos dinastías
de reyes y reinas, que fueron formándose
en el mundo fabuloso de la imaginación, país donde son posibles todos
los sueños.
Estas dos princesas,
según las hadas, ya eran hermanas mucho antes de nacer, ellas como todos los
nacidos del amor eran ángeles poderosos que se prepararon durante nueve meses
para nacer en el LAGO AZUL DE LAS HADAS. Un día, siendo aún dos angelitos,
debido a su buen comportamiento fueron requeridas por la unión de dos personas
buenas para nacer a la vida y llegaron a ella con el don de la gracia, la
sonrisa del cariño, el galardón de la inocencia y la señal de la sabiduría. Aparte
de eso se trajeron con ellas la bendición de los dioses.
Además, como en el Lago
habían sido dulces e inteligentes y siempre se habían portado estupendamente,
se ganaron el favor de las hadas y cuando fueron requeridas para trasladarse al
mundo, el hada les dio como regalo dos estrellas para los ojos, el colmo de
todas las gracias para su cuerpo y un ruiseñor en la garganta para que cuando
empezaran a hablar pudieran hacer felices a amigos, familiares y progenitores.
Es preciso aclarar aquí
que mucho antes de que ellas nacieran, la reina de las hadas, que era la que
dirigía el árbol genealógico de todas las generaciones, ya había prevenido
todas las cosas para que estas dos preciosidades tuvieran privilegios muy especiales, cosas que no podían tener todos
los nacidos del mundo, ya que no todos nacen bajo el poder de la suerte.
Paula y Martina, sí; ellas
vinieron al mundo porque fueron requeridas cuando la sinceridad de la luz, la
fuerza del amor, la paciencia de la eternidad y la constancia de la familia
unieron todas sus fuerzas en el infinito para darles forma y vida a dos
ángeles, por eso ellas llegaron al mundo con el respaldo de las hadas y la
bendición divina.
Primero nació Paula,
había sido requerida por Flor de Amor y Santiago, una pareja de enamorados que
en una noche de plenilunio maravillosa y mágica parecida a esta noche de fin de
año, se pusieron en contacto con la reina del Lago Azul para solicitarle un
hijo. Cuando se lo pidieron la reina les
prometió enviarle a Paula por ser lo mejor que tenía, “Es una princesa y como a
tal tenéis que cuidarla” -les dijo, “os la mandaré llena de hermosura pero os advierto que aquí
todo se rige bajo unas leyes muy estrictas y para que Paula pueda ir al mundo
alguien muy querido por vosotros debe regresar al lago, esto es una norma de intercambio que rige desde el
principio de todos los tiempos,
se hace así para que no
se desnivelen los ejércitos de las almas entre la tierra y el cielo, por eso el
abuelo José debe regresar al Lago ya que él es el que está predestinado para
dar impulso y fuerza a los latidos del corazón de Paula.
Se marchó el abuelo
José y al poco tiempo nació la niña bajo
el signo de unigénita. Fue recibida con toda la ilusión imaginable por padres,
abuelos y bisabuelos, todos tanto amigos como familiares, desde el punto y hora
en que nació parecían respirar por su boca.
La niña estaba siempre
rodeada de familiares como si fueran una
escolta de magos, todos estaban ansiosos por enseñarle los resortes de la vida,
pues la adoraban de tal manera que eran
capaces de trabajar, comprar o inventar
lo que aún no estaba inventado para que la niña fuera la más feliz del
mundo.
Paula tenía familia en
otros lugares: padrinos y abuelos que no podían verla diariamente pero que la
amaban también intensamente, ella se lo agradecía a todos con sus sonrisas de
ángel y sus grandes ojos de azabache. Pero sus padres, Santiago y Flor de Amor,
querían tanto a Paula que no deseaban que la niña conociera la soledad del
unigénito; por eso, un día siendo fin de año y noche mágica también de
plenilunio, decidieron visitar de nuevo al hada del LAGO para pedirle de nuevo
el regalo de un nuevo hijo. “Queremos romper la cadena de hijos únicos” le
dijeron: “No queremos que Paula esté sola” y el hada les contestó: “Paula nunca
podrá estar sola porque tiene aquí una hermana, así que podéis prepararos
porque yo os la entregaré con las mismas condiciones que una vez os di a
Paula,” Flor de Amor y Santiago sintieron un escalofrío, sabían que alguien de
la familia tenía que ir para abrir el camino de la luz por donde debía venir la
nueva niña, la reina volvió a repetir lo que les dijo la primera vez “Está
escrito todo en el libro de la vida. Si queréis vivir con felicidad siempre,
tenéis que cumplir las leyes tal como están establecidas: alguien de vuestra
familia habrá de regresar para ayudarla y yo os la entregaré previa la promesa
de que la amaréis tanto como a Paula”.
-“Así lo haremos, será
nuestra segunda preferida y la preferida de su hermana” dijeron los dos a un
tiempo y aquel mismo día se fue al lago el tío Antonio para cuidarse de todo. Pasaron
nueve meses y el hada les mandó a Martina el día 20 de un mes de septiembre,
cuando maduraban las uvas. Llegó al mundo con la piel rosada como los
melocotones y unos ojos negros inmensos con pestañas de abanico.
Al verla por primera
vez, cada uno de los abuelos le sacaba un parecido diferente: “es como mi hijo
-decía Iaia Mimi. Mimi era el nombre con que la pequeña Paula llamaba a la
madre de Santiago. “Es como mi hija” -decía Magna, la madre de Flor de Amor,
pero Martina decidió mirarse en los ojos de su abuelo Emilio y se puso los
rasgos de su cara para llevar la contraria a todos, y el abuelo Emilio se
volvió niño y cada día iba a verse en los ojos de su nieta convirtiéndola en su
espejo.
La abuela Magna que
también había nacido con el signo de unigénita, sabía mucho del país de las
hadas ya que ella había estado allí en tiempos muy remotos y cuando le llegó su
hora de nacer la reina le había regalado el don de la fantasía y el poder de la
memoria, cosas que utilizaba a cada momento para que nunca se le olvidara nada.
“Trabájalos mucho porque con estos dones que hoy te entrego, si no dejas que se
te borren, podrás ser feliz y hacer feliz a mucha gente. Con ellos atravesarás
cada noche el portal de los sueños donde yo te esperaré para explicarte la
forma de escribir historias y con las cosas que cuentes te multiplicarás tantas
veces como quieras a lo largo de tu existencia”. Magna recordó siempre los
consejos del hada y por eso se dedicó desde el principio de su vida a escribir.
Escribió muchísimo, escribió todos los días de su vida, rellenó miles y miles
de páginas, escribió libros con mayor o menor acierto, pero nada de lo que
hacía lograba llenarle un vacío que tenía en el corazón; por eso cuando su hija
le dijo que iba a ser abuela Magna fue a arrodillarse ante la reina de las
hadas para darle eternas gracias por la gloria que le regalaba y ésta contestó
diciendo, -“No me tienes que agradecer nada, has sido legal con las leyes de la
vida desde que te marchaste, tú te mereces cuanto la vida te pueda regalar, por
eso desde hoy te voy a nombrar la portavoz de una historia donde serás uno de
sus cuatro puntales, una historia reforzada en la base principal formada en la
dinastía de dos reinos. Piensa, imagina y escribe, busca los personajes y a ver
si cuando regreses al Lago Azul consigues que a mí me guste el relato”
Al día siguiente empezó
Magna a escribir, desde aquel momento empezó a seleccionar en las raíces para
darle forma a aquel País en el mundo de los sueños; quería ser la dueña de un
fabuloso mundo, tener riquezas y un palacio de cristal para ponerlo a los pies
de toda su descendencia.
Desde aquel mismo
instante empezó a escribir la historia de un reino maravilloso, un reino donde
el hada del Lago Azul le reveló un nuevo secreto tan importante o más que los
otros; con aquel secreto se le colmaron a Magna las tres cuartas partes de sus
ilusiones ya que el hada le dijo -“Lo que escribas desde hoy te servirá para
vivir eternamente, desde hoy todo cuanto escribas se irá fabricando en las
profundidades del Lago, allí se hará una réplica exacta de todos tus deseos,
será tu reino particular donde quedará para siempre tu pasado, tu presente y tu
futuro, porque con Paula y Martina se reciclará tu sangre en cada capítulo que
escribas, desde hoy nacerás una y mil veces mientras puedas contar con el
nacimiento directo de una mujer en tus venas, en ese reino que irás formando te
esperarán tus ancestros y los ancestros de todos los que se mezclen con tu
sangre”
Así fue: desde aquel
día la sangre de Magna empezó a multiplicarse correlativamente tal como había
sido desde siempre, fue transformándose en una nueva hembra y aquella hembra
parió otra hembra… y otra… Magna no dejaba de bendecir con sus historias para que
aquella sangre que circulaba llena de vida continuara saltando de mujer en
mujer fusionada con la de un río varonil para que no faltara la vida en el
palacio país de sus sueños ni en los jardines del amor.
Así, hilvanando historia de ángeles
y hadas, pintando ríos de sangre que crecen y se multiplican, haciendo palacios
y escribiendo realidades que coincidan, fue trabajando Magna, fue recordando cosas
y ensamblando nombres e inventando fantasías.
Todo ello para que se recuerde siempre que la vida llegó saltando de
generación en generación, para que no se olvide jamás que en noches de
plenilunio la magia inunda siempre los corazones y el amor se acerca al Lago
Azul para pedir los deseos, tal como pasó con Martina y Paula, dos ángeles
preciosos, que pudieron nacer para ser princesas en el reino de los Cobo-Ponce
y Sáez-Martínez, por el milagro de una historia que les va a escribir su Iaia
Magna.
Por eso esta noche que
también es fin de año y plenilunio, Magna escribirá otro capítulo del misterio
del LAGO AZUL Un capítulo que da comienzo cuando Paula tiene exactamente tres
años, diez meses y diez días y Martina un año, tres meses y once días; las
agujas del reloj marcan las doce en punto, es noche vieja y es el momento
exacto de dar entrada a un año nuevo. Fuera, la noche está despejada, está sin
una sola telaraña que empañe el cielo, el viento solo sabe dar besos de niño y
es propicia para abrir las puertas de la fantasía, Magna tiene permiso para
entrar en el país de los sueños, porque el hechizo que oculta el agua DEL LAGO
AZUL se romperá con los tenues reflejos lunares, la luz de la luna entrará como
un reflector iluminando las profundidades ocultas, entonces todo podrá ser
visualizado. Magna quiere que sus niñas vean las maravillas que un día habitaron
ellas cuando eran suaves y ligeras como
las mariposas.
Esta noche las niñas
van a vivir un momento mágico, van a entrar en el país de las hadas de la mano
de su Magna, serán instantes fabulosos que solo se dan cuando en los archivos
de la memoria del mundo se tienen que resaltar hechos excepcionales y esta
noche lo es, porque es fin de año y las niñas van a ser por primera vez
protagonistas de una historia que enlazará el pasado con el presente, será un
relato fantástico que en años venideros podrán repasar recordando el origen de
sus vidas en el fabuloso reino de los Cobo y los Sáez.
Magna esta noche va a hacerles
ese regalo con el permiso de la reina de las fantasías, quiere enseñarles el
país de donde proceden, que puedan ver con sus ojos la maravilla que
disfrutaron en el lago de la vida cuando eran ángeles alados que se
transformaron en dos niñas preciosas, protegidas por el amor y por los sueños.
Cogiendo las manos de
Paula y Martina les dijo que cerraran los ojos, que recordaran todo cuanto el
pensamiento les dejó en la frente en los nueve meses que habían estado
formándose en el lago, les pidió que mentalmente pintaran todo de colores y que
fueran los colores que solo la inocencia de los niños puede darle a las cosas,
que escucharan en silencio su voz ya que ella describiría todo lo que sus
pensamientos fueran recordando.
Describir la hermosura que
Paula y Martina fueron capaces de pensar en los escasos minutos que la magia
les otorgó, es imposible de describir. Paula, que ya nació con los colores del
Arco Iris entre los dedos fue imaginando cosas, pintaba mentalmente matizando
de armonía cada rincón del paisaje. Difícil explicar la belleza que puso la
niña en el fondo de las aguas, le dio a todo un maravilloso realce que más bien
parecía que era la misma reina de las hadas la que hubiera traspasado sus
poderes para que ella dibujara escenas de lo que había existido, las cosas que
deseaba que existieran y aquello que aun estaba ni siquiera por venir. Con qué
maestría lo pintó Paula todo, con qué gracia fue acercándolo al corazón y a los
ojos.
Martina, miraba
atentamente lo que hacía su hermana, con los ojos muy abiertos abanicaba las
pestañas viendo con los oídos del alma la gama de colores que pintaba Paula.
Bajo el embrujo de un
hechizo, el lago se fue convirtiendo en una inmensa acuarela iluminada por la
luna, era un cuadro inmenso que dejaba ver el encanto de un país sumergido bajo
el agua.
Paula pintaba sin cesar
cosas imaginarias, pintó plazuelas, calles, avenidas, grandes zonas ajardinadas
y animales de todas las clases; había bichos alados, terrestres y marinos, pero
sobre todo pintó gatos, perros y caballos, que al parecer eran los animales
preferidos por la niña; los pintó de todas las maneras: andando, jugando,
saltando y correteando, retozando entre los árboles que rodeaban un suntuoso
palacio.
Paula pintaba y pintaba
sin cesar, pintó iglesias, catedrales… y gente, mucha gente, una infinidad de
personas que parecían transitar a pie o en
carruajes pero que en realidad lo que hacían era bambolearse en el
vaivén de las aguas.
Magna les dijo a las
niñas: -” Mirad atentamente lo que habéis pintado, parece todo real pero es un
sueño, lo que estáis viendo es un efecto óptico, un engaño visual, porque en
realidad todo está petrificado, inamovible sepa Dios desde cuándo, porque todo
pertenece a una vieja leyenda que yo
quiero dejar para vosotros porque tiene algunas connotaciones con vuestra vida
y yo con el poder que me otorga la reina de este lago voy a escribirla porque es el puro reflejo de lo que deseo
para vosotros; espero que este cuento esté entre los preferidos para distraeros
la infancia”.
Las niñas miraron
extasiadas y atentas, a su abuela, que empezó así:
-“Mirad, hijas mías:
cuenta la leyenda que esto que Paula ha pintado en el fondo del Lago Azul es la
copia exacta de lo que éramos todos en tiempos muy remotos, porque todos hemos
venido de allí, todos somos dueños de
ese reino ejemplar dirigido por nuestros antepasados, por eso hoy voy a centrar
mi memoria en una preciosa mujer que se llamaba exactamente igual que vuestra
madre, Flor de Amor. Flor de Amor dicen que era hija primogénita de unos soberanos
muy queridos por sus súbditos ya que habían logrado un país envidiable y próspero,
era un rico reinado dirigido con firmeza bajo unas leyes que sebasaban en la
comprensión y el respeto, y también cuenta la
leyenda que habían dirigido el país con mano firme, sabiduría
extrema y mucha justicia.
También dicen que al
morir el padre de la reina Flor de Amor, la reina viuda se vio incapaz de
dirigir aquel país y abdicó los poderes en su hija, ésta se enamoró de un
apuesto príncipe, hijo unigénito de los reyes de un país vecino; estos
soberanos eran también muy poderosos y nobles que no tenían más misión en la
vida que proporcionarle bien -estar a su único vástago, el príncipe Santiago. Este
príncipe era muy apuesto, envidiado y deseado por todas las jóvenes casaderas
de aquel país pero él solo estaba pendiente de su formación personal, tenía que
prepararse para ser el futuro rey, por eso se entrenaba diariamente con
verdadero tesón. Dicen que era capaz de correr a caballo toda la extensión del
reino sin sentir agotamiento, que era rápido como el viento, sagaz como las
águilas, astuto como las ardillas y trabajador incansable. Su inteligencia se
duplicaba bajo la tutela de los abuelos, unos
soberanos admirables que habían heredado sabiduría de padres a hijos
desde tiempos inmemoriales. El abuelo materno del príncipe Santiago era un rey bondadoso
y noble que se encargó de adiestrar al joven preparándole para luchar en la
vida con honradez, la honradez era como un talismán de herencia perpetua.
El abuelo además de darle la
fortaleza del apellido que lo marcaría con el respeto y la prudencia de los
Ponce, también le regaló su imagen, el rostro del abuelo se duplicó en el joven
Santiago que pasó desde entonces a ser su más apreciado capricho, su ojo
derecho
Pero un día el abuelo
José tuvo que regresar al país de las hadas y el reino de los Ponce quedó en
manos de su única hija, una hermosa mujer que se casó con el rey Emilio,
formando así el reino de los Cobo- Ponce, reinado que fue traspasado al joven
Santiago por deseo explícito de sus padres, Emilio y su esposa Milagros, cuando
éste se casó con la reina Flor de Amor, fusionaron todos los poderes y de esta
manera se fortalecieron los dos reinos. -“Así seremos más fuertes, seremos mucho
más poderosos y respetados” -dijo el rey Emilio, “Nada podrá vencernos; con los
dos reinos unidos duplicaremos riquezas, talento y sabiduría. Así seremos más
fuertes: tú, hijo mío, permanecerás al frente de todo, pero no te preocupes
porque yo estaré siempre protegiendo tus espaldas. Sé que es una carga pesada,
pero eres fuerte y sabrás cómo llevarlo; yo he estado bastante tiempo llevando
todo y ahora te toca a ti. Ha llegado la hora de mi relevo, así yo podré dedicarme
un poco más a tu madre y a trotar por los montes persiguiendo corzos que es una
de las pasiones de mi vida”. Sin embargo, a pesar de decir eso, jamás dejó de
estar al lado del hijo, trabajando hombro con hombro y solo alguna que otra vez
se dedicaba a su deporte favorito, la caza.
El traspaso de poderes
se hizo de común acuerdo, se celebraron grandes festejos, el reino de los Cobo-Ponce
y los Sáez-Martínez se fortaleció inmensamente haciéndose famoso y envidiable
bajo el mando de los jóvenes príncipes Flor de Amor y Santiago, que tomaron
muy responsablemente la
dirección de aquel hermoso país, siendo
inmensamente felices y poderosos. Sin embargo no se endurecieron sus corazones
ante el poder y la riqueza, se comportaban con tanta sencillez que eran siempre
mencionados como ejemplo.
Hasta tal punto se
hicieron querer, que los súbditos llegaron a conocerlos por el sobrenombre de
“Los reyes amigos” pues eran tan sencillos, recatados y cercanos al pueblo, que
incluso éstos les nombraban por el diminutivo de sus nombres, Santi y Flor.
El rey amaba a la reina
y repartía respeto entre los suyos con la misma generosidad que lo habían
recibido de sus mayores, porque estaban adiestrados con amor y disciplina, y
esa era su ley.
La reina era una mujer inteligente
y cariñosa, que entre infinidad de cualidades tenía la de ser caritativa, no se
recordaba ni una sola vez que alguien se hubiese marchado de palacio sin la
solución demandada o la dádiva requerida. Hasta tal extremo llegó la
generosidad de la soberana, que estableció en el reino la costumbre de repartir
el último día del año todos los trajes que el protocolo obligaba a la familia
real a lucir en fiestas y ceremonias. Todo cuanto los sastres de palacio cosían
para la casa real durante el año, era repartido equitativamente entre los
súbditos; todos los fines de año se les regalaban las ropas a las gentes del
reino para que pudieran lucirlas en noche vieja, -“De esta manera nosotros
renovamos el vestuario palaciego y a la vez les ayudamos a los más necesitados
para que puedan llevar sus vidas con más dignidad” -había dicho la reina. Por
eso, todos los años, cuando llegaba el momento de pasar de un año a otro, se
hacían preparativos en palacio para una gran fiesta: la reina les daba el día
libre a todos sus servidores, hacía traer cocineros y servicio de otros países
para que organizaran el festejo y daba fiesta a los suyos para que disfrutaran
como todos los demás habitantes del reino. Por eso aquellas fiestas se hicieron
famosas: porque era todo un derroche que no tenía precedentes en otros países.
En las noches de fin de
año, la reina ordenaba a los servicios
contratados preparar un suculento banquete, invitaba a nobles y humildes
a pasar la noche en palacio compartiendo y disfrutando con ellos de una fiesta
majestuosa, en ella soberanos y servidumbre, nobles y vasallos se regodeaban
unidos sin distinción de clases, disfrutando de todo cuanto cabía disfrutar en
un lugar tan distinguido y en una fecha tan especial.
Cuando alguien le
preguntaba por qué daba aquellas fiestas ella siempre decía,” el traspaso de
pasar de un año para otro, es el momento justo de despedir un ciclo envejecido
y dar paso a la renovación de una nueva etapa, se debe disfrutar compartiendo
la opulencia recibiendo el año nuevo con el alma llena felicidad, eso atrae la
benevolencia de los dioses y si éstos están contentos nos seguirán otorgando
bendiciones “.
Con este convencimiento
lo organizaba todo, cada cosa era repasada meticulosamente, siempre estaba
vigilante mientras se adornaban setos, parterres y miradores, ordenaba que se
colgaran guirnaldas, que se extendieran mullidas alfombras, hacía colocar
amplias mesas engalanadas con finísimas mantelerías, sacaban las más ricas
vajillas de oro, ordenaba que se instalaran iluminaciones estratégicas para que
todos los rincones de los jardines
lucieran con su mayor encanto y desde luego que se duplicaba todo con el mayor
esmero de la servidumbre para que en esa noche nada faltara al requerimiento de
los festejantes.
Esa noche, los reyes
presidían la fiesta sentados en una mesa de cabecera engalanada ricamente como
todas las demás, la única diferencia era que en ella se sentaban solo los reyes
y familiares ordenados de la siguiente manera: de derecha a izquierda el padre
del rey,
el gran caballero Emilio junto a su esposa
Mila, madre del rey y reina de todos los milagros que había hechos y por hacer
en la buena administración de aquel país; ellos ocupaban las dos primeras
sillas de
la derecha. A
continuación se sentaba
la abuela Milagros, abuela del rey Santi,
madre de todos los reyes y la dueña y señora de una vieja costumbre; ella tenía
que darle punto y sabor con benevolencia a todos los guisos y sabores que servían
de alimento a su nieto, “porque ella lo había criado, porque era su ojo derecho
y porque le daba la gana”. La “Vixi”
como un día no muy lejano la llamarían sus biznietas, “Vixi” solo tenía dos
ojos para mirarlo todo, los dos ojos de su nieto el Rey Santi.
A la izquierda de la
Reina Flor siempre se sentaba su madre, una mujer rara y soñadora, de pocas
palabras y muchos escritos, a continuación de ella se sentaba el fiel Manolo,
padrino y protector de la Reina Flor, un lobo estepario pero noble, acostumbrado
a la soledad de la montaña, que solo abandonaba su refugio cuando los monarcas
lo solicitaban; luego se situaban los parientes más cercanos y después en
diferentes mesas las demás personas, éstas ocupaban su lugar en las mesas sin
más distinción de clases, ya que esa noche era imposible distinguir categoría
social porque todos iban engalanados ricamente con los costosos trajes que les
habían tocado en el reparto de ropas que se había hecho con anterioridad. De
esta forma los comensales estaban a la altura del acontecimiento, no
desentonaban ante la opulencia de los monarcas que para esa ocasión también
estrenaban nuevas vestiduras que por supuesto serían las donaciones del año
siguiente: he ahí por qué eran mirados con muchísimo interés y alabados sin cesar.
Cuando todos estaban
bien colocados correctamente, un lacayo se lo comunicaba a los monarcas, éstos
solicitaban a los mayordomos que trajeran unos cofres repletos de monedas de
oro y con la ayuda de diez doncellas vestidas de vaporosos trajes blancos como
si fuesen hadas, las iban repartiendo como regalo de la siguiente manera: a los
criados les daba tres moneda de oro por cada año servido, a los súbditos cinco
monedas por cada hijo en edad de trabajar, a los ancianos una moneda por cada
año de vida, a los soldados una bolsa
con cincuenta monedas de oro, a los condes, duques y marqueses como eran
poseedores de grandes fortunas solo les daban los derechos de nuevos títulos
para seguir engrosando sus fortunas; de esta forma podrían ayudar a los monarcas
a mantener el reino en orden.
En la época a la que se
remonta esta leyenda, las ropas de los reyes solían ser auténticas joyas, todas
estaban hechas por los más prestigiosos modistos, se empleaban en ellas los
mejores tejidos, las sedas más finas y los brocados más exquisitos para hacer
con ellos verdaderas obras de arte, eran prendas recamadas de pedrería que
aumentaba y a veces hasta triplicaba el valor de la prenda, en estas joyas de
la confección se empleaban las mejores y más
finas sedas de oriente, los terciopelos más hermosos, los rasos y tules
de coloridos inigualables y los tejidos más valiosos.
Los trajes lucían preciosos bordados de oro y pedrería, se
elaboran en ellos hermosas filigranas que despertaban envidia y admiración al
verlos, eran prendas que por muchos años que pasaran jamás perderían su valor,
primero por estar elaboradas primorosa y ricamente como joyas de artesanía y
después redoblando su valor por haber tenido el honor de estar sobre los
hombros de un rey.
Voy a situar la historia
de una de estas fiestas de cambio de año en el año 2008. La reina Flor se había
esmerado mucho más que otros años para que la fiesta fuera más hermosa, más
alegre y más generosa, pues el nuevo año le traería un regalo muy especial, su
primer hijo; estaba previsto que naciera en febrero y la soberana quiso hacer
partícipes a todos de las buenas nuevas que se avecinaban en palacio, para eso
hizo traer de las tierras más lejanas regalos que jamás se habían visto en el
país: a las mujeres les trajo perfumes y adornos orientales, a los hombres
vinos espumosos y a las niñas una caja de música con un canción de nana que no
hacía falta abrir para escucharla; la caja era de raso azul como el azul del
mar cuando está en calma, en el centro de la tapa tenía la cajita un nombre
interrogante oculto bajo cinco estrellas doradas, cada estrella tapaba una
letra, el día que se descubrieran estas letras se formarían con ellas el nombre
que había que ponerle a la criaturita que estaba por nacer.
La reina les rogó encarecidamente
a las niñas que no abriesen las cajas hasta el día justo en el que naciera el
príncipe o la princesita ya que si lo hacían antes podría romperse un hechizo
beneficioso que contenía. La reina no sabía cuál era el resultado del milagro
de su vientre, por eso tampoco sabía el resultado en caso de que alguna niña
abriera la caja, por eso tomó sus precauciones. Ella, como mujer que era, sabía
mucho de la curiosidad femenina; por eso, para impedir que alguna niña cayera
en la tentación de abrir la caja, les dio a los niños otra igual pero de color
dorado con las estrellas azules y lo mismo que en las de las niñas también se
escuchaba música sin tener que abrir, igualmente debajo de cada estrellas se
escondía una letras para formar un nombre, la única diferencia fue que en el
interior de la de los niños metió la llave que abría las cajas de las niñas,
cosa que ellos ignoraban.
Aquella noche de fiesta
grande, donde los soberanos hicieron alarde de generosidad extrema, disfrutaron
todos de obsequios, bendiciones y parabienes, después de comer, beber y bailar hasta casi el amanecer.
Se fueron retirando cada cual a su lugar de destino, no sin antes haber
agradecido a los monarcas tanta gloria y tanta satisfacción recibida.
Conforme iban llegando
a sus casas, cada uno se recreaba en su regalo, se miraba y se remiraba en el
espejo disfrutando de verse tan bien vestidos, tenían el corazón tan lleno de
regocijo de tanto disfrute y de sentir el tintineo de las monedas en los
bolsillos, que no podían ser más felices y como es de suponer el bloque de
pensamientos se dividía en diferentes maneras: la de los padres en edad de
procrear solo pensaron en emplear lo que restaba de madrugada haciendo todo lo
posible por traer nuevos niños al mundo, niños
que serian nuevos servidores para los reyes y nuevas monedas en los años
venideros, los viejos en dedicar las horas contando los ahorros y esperar poder
disfrutarlos y los niños…¿Qué podían pensar o hacer los niños? Ellos se fueron
a la cama abrazados a una caja que estaba llena de misterios, se pasaron un
buen rato dándole vueltas entre las manos y escuchando la música, aquella
música dulzona que bajaba los parpados y levantaba la fantasía a lugares
insospechados buscando sueños distintos.
Pero aquella noche fue
diferente a todas las noches, sin saber cómo ni por qué se desprendió del cielo
un solo sueño, lo trajo directamente a la cabeza de los niños la reina de las
hadas que traía en los brazos a un ángel de ojos negros y piel de gacela. Llegó
con su aleteo de mariposa dejando una sola idea en todas las frentes infantiles
y a la misma hora se quedaron todos dormidos y
como a los niños cuando duermen les salen alas, levantaron el vuelo y se fueron
todos a la vez a disfrutar en el mismo
sueño, volaron y volaron como una bandada de gorriones al país de los ángeles.
Cada uno llevaba su
cajita entre las manos, todos a la vez la pusieron en el centro de una gran
estrella azul que también tenía alas y lo mismo que hacen las mariposas se
quedaron revoloteando alrededor para ver lo que pasaba; y he aquí, que al ángel
de ojos negros que no era ni niño ni niña porque nunca había nacido, se le
cayeron las alas y se quedó parado en el mismo centro de la estrella escuchando
una hermosa canción de nana. Los niños seguían revoloteando, pero el ángel fue
destapando las cajas sacando la más
bella estrella azul como en un lago de agua y se volvió rosa y carne que espera
ser abrazada.
¡Será una niña! Dijeron
todos los niños a la vez, mientras que se despertaban con caras de sol naciente,
¡Será una niña y se llamará Paula!
Aquella mañana salieron
todos a la calle con un único comentario: ¡Pues no ha soñado mi hijo que es una
princesita lo que va a nacer! ¡Y mi hijo también y que se llamará Paula! ¡Y el
mío…y la mía…!
¿Pero alguno ha abierto
la caja? ¡Qué va, la caja está en su sitio…! ¡Esto es una cosa muy rara…! -decían
todos a una-, vamos a decírselo a los reyes a ver qué les parece.
Cuando llegaron a
palacio y les contaron a los reyes lo que había sucedido, éstos no demostraron
ninguna sorpresa, parecía que ya estaban enterados Uno de los súbditos, le
preguntó, ¿Es que lo sabíais, Majestad? “Si,
-dijo el rey-; la reina y yo hemos soñado lo mismo, esperemos a ver qué pasa en
Febrero.
Aquel mismo día
empezaron a florecer algunos almendros, y a la semana siguiente y a la otra y
todo el mes de enero continuaron floreciendo, nunca se han visto tan hermosos
los almendros ni una cuajada de fruto como la de aquel año.
Llegó febrero, la reina
Flor se comportó como lo que era: una reina, abrió su cuerpo como un nenúfar y
trajo a la vida un ángel de seda y luna con unos ojos inmensos que hicieron al
rey más hombre, mucho más honrado y más justo, porque cada día se reflejaban
sus ideales en los dos espejos de su hija Paula.
Tanta felicidad trajo
la princesa Paula a aquel reino que el tiempo transcurría sin sentir para el
rey Santi y la reina Flor. Era como una burbuja de felicidad donde solo cabía
el amor, el país era una balsa de aceite para todos, los mayores hacían con
agrado sus tareas, los jóvenes se alegraban de haber nacido en tiempos tan
felices y los niños se olvidaron incluso de las cajitas que un día les dio la
reina y del sueño que una vez les estropeo la sorpresa, se olvidaron de todo y
solo querían ir al parque a jugar con la princesa. Eran todos tan felices que
los reyes desearon con todas sus fuerzas traer otro hijo a la vida, deseaban
repetir la experiencia y la reina quedó de nuevo en cinta, a los dos años y
siete meses cuando la tierra está en sazón y maduran las uvas, vino al mundo la
princesita Martina.
Las dos princesas
cubrieron de felicidad todos los rincones del reino hasta tal extremo que sus
padres desearon eternizar para siempre aquel lugar para que nada ni nadie
pudiera entrar con malas ideas y un día, en la noche de fin de año, en el
momento justo donde termina el año viejo y empieza el año nuevo, cuando los
reyes hacen su fiesta más hermosa porque comparten felicidad con sus súbditos,
familiares y vasallos, mandó la reina traer aquellas cajitas que los niños habían
dejado olvidadas sin abrir, les ordenó ponerlas en el centro de los jardines de
palacio dando permiso para que las abrieran.
Cuenta la leyenda que
fue algo irrepetible, el dios de los sueños y cada una de las hadas de los
niños y las niñas presentes en aquel momento, porque cada niño y cada niña
tiene un hada que le protege, unieron sus fuerzas para eternizar aquel lugar
maravilloso dándole el privilegio de la inmortalidad, el reino de Santi y Flor
fue sumergido en la profundidad de unas aguas imaginarias donde solo las almas
buenas, los niños y los soñadores pueden verlo en las noches de luna llena en
el momento justo en el que se acaba un año y empieza otro, para poder admirar
la belleza de las dos hadas del agua, Martina y Paula, pero para que los demás
mortales pudieran disfrutar lo mismo que los dioses, hizo repetir otro
exactamente igual en un pequeño pueblo del mundo que se llama Sant Boi…
¡Y colorín-colorado, este cuento se
ha acabado el día 22-12-2011 en L´Hospitalet, a las 3´30 de la madrugada y
dedicado a mis reyes Santi y Flor y a mis dos princesas Paula y Martina.
Granada Sandoval. “ La iaia Magna”
PAULA
y MARTINa, las PRINCESAS PREFERIDAS DE LAS HADAS del LAGO AZUL
(Derechos de autor reservados)
Granada Sandoval
AMOR POR LA PATRIA
CHICA
Esto que voy a
contarles me sucedió a mí que soy una preciosa parte del sur de España, me
llamo Granada, tengo el título de
“capital” soy una de las ocho provincias andaluzas.
No me atrevo a decir
que soy la más hermosa para que ustedes no me tachen de orgullosa, pero si les
diré que soy la de mayor embrujo, la que derrama por todos sus rincones más historias,
mas misterios y más leyendas, de mí se ha hablado mundialmente hasta el punto que me definen con uno de los
dichos del que me siento más orgullosa, dicen de mí que “QUIEN NO A VISITADO GRANADA
NO HA VISTO NUNCA NADA”
Yo digo que quien ha
visitado Andalucía ha podido comprobar que somos unas tierras orgullosas trabajadoras
y nobles, que a lo largo de los tiempos
siempre se nos hizo justicia con alabanzas por la riqueza de nuestros
productos y por la idiosincrasia de nuestras gentes, puedo asegurarles que quien
nos desconoce nos critica pero quien nos trata nos ama, particularmente a mí
porque soy poseedora de un ecosistema envidiable ya que mi tercera parte goza de temperaturas tropicales bañadas por el
Mediterráneo, me nutro de campos y olivares y la riqueza del progreso me busca y
me seduce, estoy coronada de nieves eternas por Sierra Nevada, una sierra que acuna en sus faldas la
maravilla de las maravillas más envidiada , la Alhambra, un complejo de
palacios que lucen su realeza milenaria para el asombro y el regodeo del mundo,
junto a la Alhambra está el sin par Sacro Monte donde viven en armonía payos y
gitanos con el convencimiento de que hay un solo Dios y este es el padre de
todas las razas.
Como les iba
diciendo, soy una capital que presume de
hermosura, me convencí con el paso de muchos siglos a fuerza de escuchar piropos
y alabanzas, mi convencimiento ha durado
hasta el otro día que me pasó una cosa que ahora mismo les voy a contar.
Verán, el día que sucedieron los hechos era un día de
los que amanecen limpios de cielo y aire puro, el sol de julio acariciaba la
tierra con mimo, yo desperté seductora arrebolada por el calor del verano, me
di cuenta que era un día de mucho ajetreo porque habían venido a visitarme
diversidad de transeúntes del mundo entero y por supuesto también de España.
Esa mañana me sentía encantada porque me agrada mucho recibir visitas y que me sucedan cosas, además como tengo por costumbre guardar todo cuanto me sucede empecé a tomar nota desde el primer minuto del amanecer matutino.
Esa mañana me sentía encantada porque me agrada mucho recibir visitas y que me sucedan cosas, además como tengo por costumbre guardar todo cuanto me sucede empecé a tomar nota desde el primer minuto del amanecer matutino.
Esto es una costumbre
que me implantaron desde el principio y lo cumplo a rajatabla, yo siempre archivo
en la memoria todo lo que se acerca por mis tierras bien sea para dejar simpatía o
para llevarse admiración, así como les digo de buena mañana a almacenar sucesos y sensaciones y esto que les
voy a contar es especial, pues que pasará a engrosar mi archivos como el caso que me dio una lección para aprender a ser humilde.
El caso se empezó a
desarrollar en la Alhambra de la siguiente manera.
Esa mañana infinidad de coches y autocares habían llegado a mí con festejos vacacionales, varios de ellos como es natural subieron a disfrutar de la hermosura de la Alhambra y del paisaje fabuloso que desde allí se divisa, de uno de los autocares se bajó un grupo que por el acento comprendí eran “Maños” es decir de las tierras de Aragón, lo supe por su acento, pues nada más poner los pies en el suelo uno de ellos dijo.
-Vamos a ver si estas
tierras son tan “bonicas” como nos han “contao”
- Otro dijo, “poquico”
a poco nos enteraremos, aunque nunca será tanto porque lo visto hasta ahora no
es para tirar cohetes.
Yo como es de comprender
me puse en guardia, desplegué todos mis encantos abriendo los oídos para
escuchar mejor lo que decían a la vez que avivaba el brillo de la tierra, del cielo
y el de todos los alrededores que me circundaban, me desdoblé ante ellos como una alfombra
mágica cargada de colores para enseñar bien los paisajes asombrándoles con mis
encantos, el aire olía a jazmines y arrayanes, el momento estaba invitando a
desplegar los sentidos con historias arabescas y sueños interminables pero cuál
no sería mi sorpresa al escuchar al mismo de antes decir.
-No discuto “Maño” que
estas tierras son muy hermosas…¡Pero donde se ponga Zaragoza…¡ Ni se compara!
Al oír esto sentí un
pinchazo de amor propio que tal como decimos por aquí, “me descerrajó el
alma” ¡Ahora os vais a enterar! Dije
para mis adentros, ¡Cuando entréis en la Alhambra os vais a enterar lo que es
Granada!
La Alhambra, como una
esfinge del pasado se abrió como los nenúfares para ofrecer su embrujo, casi
levitaba irreal e incorpórea ante los asombrados ojos de los visitantes.
La ruta mágica empezó
por el palacio de Comares considerado el más bello del arte hispano musulmán,
junto al Patio de los Leones, el patio más visitado del mundo y posiblemente el
más admirado, continuó por la Alcazaba, La torre de la Vela, Patio de los
Arrayanes, el salón del Trono con sus artesonados portentosos y su simétrica
disposición en los cuatro paños que preceden a la cúpula central donde en el
centro tiene un agujero que simboliza el ojo de Alá incrustado en el último
cielo, La Sala de Dos Hermanas, (Símbolo
de Géminis) La Sala de los Reyes, El Generalife, ( irreal tangible genuino extraño
emocional sugestivo) como lo definen quien lo ve como el mayor símbolo del
encanto granadino, El Reloj de agua, la famosa fuente que marca las horas de la
abluciones, La Sala de los Abencerrajes, El palacio de Carlos V, El Mexuar, el
Serrallo, El Harem… En fin, un despliegue emocional que yo estaba acostumbrada
a que lo definieran con frases de admiración
y perplejidad, pero cuál no sería mi desengaño al escuchar de nuevo lo que
sigue.
_Digan lo que digan yo
sigo opinando que el “Pilar” es mucho
más “bonico”
Ya me encontraba al
borde del desespero cuando los escuche decir.
-Bueno ya está bien de
mirar tantos palacios ahora nos vamos a visitar el centro de esta “tierruca” a
ver qué tal es.
¡Amigos ahí si que os vais a
quedar alucinando,! pensé, cuando veáis
el centro de Granada plagado de arquitectura preciosista, las plazas las calles y los zocos moros que me engalanan
vais a quedar pasmados, mi ego se esponjo pensando en todo cuanto iba a
ofrecerles y como no, a presumir ante ellos, los seguí hasta el Zacatín hice
alarde del encanto que me caracteriza picada por lo que había escuchado en la
Alhambra, les mostré con orgullo los
rincones moriscos más emblemáticos donde se respira el duende milenario de una
cultura exquisita y cultivada pero mis desengaños aún no habían acabado, las
lágrimas de mis fuentes fueron insuficientes para llorar mi congoja al oír
aquella voz que ya empezaba a aborrecer.
-Oye “maño” ¿por qué
serán aquí las callejas tan “rechicas” esta gente son un “poquico” roñas para
hacer las cosas.
Ya me encontraba al
borde de la desesperación, de pronto vi que un hijo granadino se ofreció para enseñarles
otras partes de mí, se los llevó por mis anchas avenidas , los paseó por la
calle Carreras, la Plaza Bib-Rambla y como no a visitar a la virgen de las
Angustias, (la madre venerada por todos los granadinos) en honor de la verdad
he de decir que la visitaron con respeto se santiguaron con agua bendita y
rezaron una oración… pero ya en la calle, otra vez el mismo personaje volvió a
repetir.
-No voy a negar que
esta virgen es muy “bonica” pero ni comparación con la “Pilarica”.
Yo ya no sabía qué
hacer para convencer a los visitantes, estaba casi para tirar la toalla cuando
escuché decir al guía granadino.
-No se marchen de
Granada sin pasar una noche de embrujo flamenco en el Sacro Monte, que van a
saber ustedes lo que es bueno.
Para mí ya era un
desafío sobre salir en algo a los ojos de aquella gente así que me dije,
“cuando mis hijos gitanos desplieguen su arte enredándoles en sus embrujo tendrán
que rendirse, habrán de reconocer que soy única en belleza arte y sentimiento,
esta noche no tendrán más remedio que reconocer mis encantos al son de las
guitarras y el cante por granainas”
Efectivamente, los
gitanos del Sacro monte se abrieron como un abanico para extender su cultura ante los ojos de los visitantes, fue una noche de sentimiento y duende donde los gitanos dieron rienda
suelta a su estirpe, les mostraron una cultura donde solo hablan los pies la
garganta las manos y la guitarra, el aire se impregno de fiesta al son de
Seguidillas Fandangos Tarantas y Zambras, se abrieron las celosías y los Mantones de Maníla bordados abrigaron corazones al son de las castañuelas, todo era sentimiento
y púa para vibrara el alma con escalofrío en la sangre.
En el encanto del alba
se erizaba la piel con un bochorno de julio timbres de garganta palmas y
guitarra, El buen cante quejumbroso y dolorido sacó raza y sonidos ancestrales sentando una vez más cátedra de grandeza, los “maños” se fueron metiendo en juerga aplaudiendo entusiasmados, yo sentí que el
amor propio se envalentonaba de nuevo porque iba a demostrar a los aragoneses que soy capaz de todo porque uno de los míos se arrancó a cantar por jotas para
lucirse ante ellos, pero… hay Dios mío que desengaño, la jota mitad flamenca mitad jaleo
gitano quedó floja y deslucida con un ronco desajuste.
Aquí fue donde los
Aragoneses me dieron el golpe de gracia para que yo entendiera que no hay cosas
más verdadera que el refrán que dice, “Zapatero a tus zapatos” con el amargor del ridículo y la derrota en el aire vi como uno de ellos cogía una guitarra y otro con una maestría impresionante me
pusieron de zarcillo una jota que quedará para siempre bordada de perfección y armonía en el
medallero de mi historia.
Cantando por granaina
granada eres buena moza
pero la voz te rechina
porque cantando la jota
es más señora y más
fina
mi querida Zaragoza.
Yo creo que me salieron
los colores hasta en los nacimientos del Geníl, fue en ese momento cuando se me abrió el
entendimiento para comprender que no hay mayor tontería que desear ser el
centro de todas las admiraciones, que no vale para nada pensar que uno es el ombligo
de la creación y que el orgullo el amor propio y el egocentrismo solo sirven
para amargar las horas, unas horas que se deben emplear siempre en valorar a quien
merece las mismas oportunidades que se desean para uno, desde aquel instante supe
que es un error querer quitar a una reina la admiración y el respeto de sus
vasallos y a una madre el amor de sus hijos.
Ahora solo me queda dar
la en hora buena a Zaragoza y todo Aragón por tener unos hijos tan leales, tan
enamorados y tan apasionados de su tierra, unos hijos que no cambian a su
“Patria chica” ni por todos los tesoros del mundo, porque según dicen ellos es
la más “bonica que hizo Dios”
¡Bendita tierra! diría yo, aunque no con envidia por
el amor que despierta, porque yo al igual que ella me siento orgullosamente
adorada por los míos, pero si para decirle que sigamos así, siempre adelante unidas y comprendiendo nuestros valores y criando hijos cada cual dentro de nuestra cultura porque con ejemplares como estos España sería otra cosa.
Hay una antigua leyenda tartesia en
la que se aseguran venturas sin fin a la familia que viviendo bajo el mismo
techo consigan tener vivas mujeres primogénitas de una misma rama en
línea sucesoria directa.
Por eso para atraer la suerte y los
espíritus fueran generosos con ellos llenando la casa de bendiciones apareaban
a las hijas primogénitas en cuanto estas tenían su primera rosa de fertilidad,
(primera regla) para que la fortuna fuese más efectiva hacían abundantes ofrendas
florales todos los meses de mayo en el primer día de primavera, esta ofrenda
consistía en gran cantidad de flores rojas que simbolizaban la sangre, las
ponía sobre la tierra haciendo hermosos dibujos con forma de la matriz
femenina, estos dibujos los rociaban con agua de lluvia para que se mantuvieran
las flores el mayor tiempo posible vivas, cuando más tiempo duraban mejor era
el augurio de longevidad femenina en la línea sucesoria del matriarcado.
Dice que la más longeva fue una
anciana que vivió 129 años estando bajo el mismo techo junto a su hija su nieta
bisnieta y tataranieta y que esta
venerable mujer murió el primer día de primavera cuando su tataranieta estaba
gestando a la sexta hembra que seguiría la buena suerte y bendiciones de la
familia.
Granada Sandoval.
23-12-1983
ELVIRA
Cuenta una antigua leyenda, que allá por las tierras preferidas de los dioses hubo una mujer muy hermosa, la más bella entre las bellas, dice que sus ojos eran como dos misterios de azabache, dos perlas entre sedas y abanicos, que sus carnes de terciopelo rosa nieve eran una promesa de vida palpitando de emociones, que su pelo era un mantón de seda oscuro que se extendía por su espalda en largura interminable hasta lograr tocar sus pies de gacela. Dice que era humana y era reina, reina de las tierras más hermosa del Sur, que era dueña de los valles, de los ríos, de la extensión montañosa que circundaba el horizonte, dueña de su cuerpo, dueña de su alma pura como la brisa del alba y dueña de toda la fantasía que guardaba oculta en el precioso cofre de su corazón.
Dice también que los hombres temblaban al nombrarla mientras que la devoraban con los ojos y dicen también que los dioses envidiaban a los hombres que tenían la suerte de disfrutar de su belleza cuando se mostraba ante ellos.
Cuentan, que un día, Elvira se estaba bañando desnuda en las aguas purísimas que se deslizan de las cumbres, las aguas cristalinas acariciaban el cuerpo de la doncella arropándola con sombras y murmullos mientras ella se deleitaba en el frescor íntimo de su abrazo.
Aquel día, fue testigo el Sol de un derroche de belleza, como jamás fue vista en parte alguna del planeta.
El río, se recreaba en la belleza de Elvira, en el carmín de sus labios, en el fuego de sus ojos, en sus carnes de nácar rosa que jugaban dulces y niñas.
La luz se había hecho sonrisa como una flor de nenúfar resbalando por sus brazos que parecían dos palomas abrazadas a la espuma, la espuma, agua limpia cariñosa de blancura acariciaba a la mujer, así mujer y agua, agua y paisaje, se regodeaban de placer disfrutándose ambas ajenas a unos ojos lascivos que no dejaba de mirarlas.
Elvira, confiada y pura salió del río despojándose del agua con la gracia de una diosa que se desnuda de un sueño, sus pies de espuma y azúcar caminaban por la orilla como una alondra descalza que acariciara la juncia.
Se fue avanzando en silencio mientras secaba su pelo con las caricias del viento. Así, entre el placer de la brisa, el calor del sol y el perfume de jazmines caminaba la joven sin sospechar que alguien la estaba mirando con avidez malsana deseando y profanando todo el esplendor de su belleza.
Era Júpiter, Dios del rayo, un eterno seductor lúdico y lascivo que enardecido de deseo por aquella hija de los hombres se recreaba con ojos enrojecidos por el placer.
Ella, inocente y ajena, caminaba dejándose acariciar por el Sol y por las flores.
Fue tanto el deseo que despertó en el dios que le observaba, que éste no pudo reprimir el ansia de poseerla.
Júpiter era consciente de la imposibilidad de conseguirla como dios, ya que a los dioses no les estaba permitido mezclar su divinidad con los humanos, por eso tuvo que recurrir a pesar de ser tan poderoso, a rebajar su poder hasta el engaño, por eso convirtió su fuerza en la suavidad de las flores, su voz en un susurro, y el esplendor de sus rayos y sus regias vestiduras en el humilde atuendo de un campesino.
Se presentó ante la joven diciéndole así al descender del Olimpo.
_ “No tengas miedo de mí, Oh dulce placer de los ojos, solo quiero darte amor, ofréceteme dulce niña, soy Júpiter, Dios de dioses, más por ti me he hecho hombre y deseo que tú seas mí diosa”.
Ella, tímida y pura se cubrió con los cabellos todo su cuerpo y esto la hizo aún más hermosa a los ojos del dios, que al verla creció más su ansia de poseerla pues la vio tal como si una rosa quisiera esconder su perfuma cobijándose en los pétalos.
_ ¡”OH Júpiter pecaminoso, aléjate de mí!” Respondió la joven desconsoladamente, pero el dios no estaba dispuesto dejar escapar su presa, corrió tras ella gestando otros planes para poder disfrutarla.
Entre tanto, Juno, la esposa de Júpiter que contemplaba desde el Olimpo la escena, se sintió traicionada por lo que empezó a utilizar todo su poder para vengarse de Elvira fustigada por el dolor de verse traicionada.
Júpiter, al ver los planes de venganza de la diosa, le suplicó que no le hiciese daño a la joven, pero la diosa no tenía intención de perdonarla, solo quería destruir a su rival, al comprobar Júpiter el furor desmesurado de su esposa insistió en sus ruegos y entre súplica y súplica, metamorfoseó a Elvira, la convirtió en una hermosa gacela deseoso de salvarla de las iras de Juno, Elvira convertida en gacela se fue galopando hacia las cumbres de la sierra, iba enloquecida porque Juno la perseguía por un lado con rabia y celos, Júpiter apasionado y loco de deseo también corría tras ella, la pobre Elvira aterrorizada huía desesperada por la persecución de los dos dioses que la acosaban en partes iguales, en la huida cayó por un precipicio despeñándose y quedando mal herida en el pecho.
Al verla tan mal, Júpiter le pidió a su esposa que tuviese piedad de ella diciéndole.
_ “Perdona su vida y te juro que no volveré a buscarla jamás”.
_ “Solo la perdonaré con la condición de que nunca vuelva a ser una mujer”, dijo la diosa.
_ “Está bien, pero tampoco la dejaras que sea un animal”, dijo el dios.
_ “Tampoco la dejare ser un vegetal”, dijo la diosa con doloroso acento.
Los montes, los cerros, los valles del Sur fueron testigos de los estruendos de rayos y centellas que retumbaron con estrépito por la disputa divina que mantuvieron los dos dioses para ponerse de acuerdo.
Júpiter fue derrotado, pero a la vez victorioso porque consiguió que al final Juno se compadeciera de su amada Elvira. La diosa al ver a Júpiter que suplicaba con la vista baja lleno de dolor y arrepentido, perdonó a Elvira y le otorgó una gracia,
“Te otorgo el don de que seas para siempre una ciudad”, Dijo la diosa.
Pasaron muchos cientos de años por la lluvia incesante de los siglos y la ciudad de Elvira fue poseída por los visigodos que la vistieron de piedras primigenias, de trajes primorosos y hermosa arquitectura, fue habitada por gentes que la amaron y la engrandecieron.
Después se enamoraron de ella grandes hombres, y reyes de Oriente que la convirtieron en una sultana, la adornaron de sedas y encajes entre jardines y palacios de ensueño.
En la colina donde se derramó la sangre de Elvira hicieron un jardín maravilloso, de las entrañas de la tierra brotó una fuente donde la niña derramó su llanto, la llamaron Annadamar, “La fuente de las lagrimas”, por los lugares por donde persiguieron a Elvira hoy se revuelca el Albaicín, se corona su recuerdo con la flor del precioso granado, la ciudad tomo el nombre de Granada, ciudad de la raíz de Elvira, ¡Rayo verde, verde y rojo, sangre de una diosa y flor de un dios enamorado!