Dicen que la amistad es como el
agua,
que se enturbia muy pronto por ser
sensible,
se compone de brumas, líquido y
aire
y se empaña enseguida si no está
libre.
Dicen, “En amistades, toma en la
vida
pocas, las justas y con poco apego,
pues suele ser difícil mantener
todo
siendo fiel aportando paz y
sosiego”
Yo, ciega ante el consejo, tengo la
suerte
de tener justo al lado grandes
amigos,
desde chica aprendí entre
pedregales
quitar las malas hierbas de entre
los trigos.
He cruzado la vida nadando en
almas,
he bebido en sus fuentes llanto y
cantares
he subido a las cumbres de sus dolores
y sentido el silencio de sus
altares.
Llenaron de amalgamas mi vida
entera
y aprendí junto a ellos qué ser
distinto
es la esencia que nutre la sementera
del sembrador del verso y su
laberinto.
Ha quien llegó nadando por mis
orillas
con su sentir cansado y su paso
lento
ofreciéndome apego tan generoso
que llenaron mi alma con su
talento.
Unos fueron alegres, otros sencillos,
Igual que ruiseñores en la enramada
demostrándome siempre en su melodía
que el poema y la canción vive
trenzada.
Hay quien pasó de paso, sin voz ni
nota,
quien siendo solo un rastro de
egolatría
me enseñó que aun siendo guitarra
rota
me tensaba las cuerdas de la poesía.
He tenido de todo en mil
tempestades,
con todos se ha pulido mi
pensamiento,
por eso digo ahora…¡Qué gran
portento!
¡Me limaron mis defectos las
amistades!
Diciembre del 2020
Granada
Sandoval.