REFLEXIONES
Muchas veces en las que como
hoy, me pongo a desempolvar nostalgias, analizo situaciones, ordeno emociones
en el desván del pasado me suelo machacar con una pregunta, ¿De qué me ha
servido tanta lucha por ser algo en la vida?
¿De qué Superarme diariamente?
¿De qué tanto robar horas al
sueño? ¡Creo que para nada! No me han servido para nada. Hoy me vienen a la
memoria los años de la juventud, cuando tenía el corazón rebosando ideales, la
cabeza llena de ilusiones y unas ganas tremendas de arreglar el mundo.
Yo había nacido para hacer
algo grande, convencida comencé a prepararme para “enderezar entuertos” yo
estaba convencida de que tenía una vara mágica para solucionarlo todo, para
borrar errores, injusticias, equivocaciones, falsedades, ¡todo! ¡Quería
arreglarlo todo... y empecé a escribir! ¡Me creía a pies juntitos que todo se
arreglaba a verso limpio!
Por entonces aun no conocía el
aliento pestilente del egoísmo, del deshonor, de la falsedad que se agazapa en
el corazón de la gente.
Yo estaba llena de sueños,
limpia y llanamente llena de sueños. Yo había nacido con el aguijón del verso
clavado en alma y eso según Celaya era “un arma cargada de futuro” ¡Qué ilusa!
Me aprendí a rajatabla la gramática de Sancho Panza, me subí al jumento de la
ignorancia y me fui páginas adentro, a vivir mi propia guerra por
desafueros tropezones y batallas de
poeta.
Todos los atropellos, toda la
barbarie, toda la injusticia ancestral que latía sorda en mis venas de labriega
se ponían de pie en cada verso para gritar, ¡Justicia, justiciaaa! ¡Escribe y
pide justiciaaaa!
Ahora, traspasados los
sesenta, con el corazón cansado el sentimiento acolchado de desengaños y el
pensamiento desperdigado en frustraciones me he puesto a recordar aquellos
tiempos de ardor, de arrebatos literarios cuando subida en un escenario
declamaba inconformismo. Arrebatos como cuando vino Rigoberta Menchu, con su
premio Nobel
recién estrenado, dimos un recital a favor de Nicaragua. Aquel día toqué el
cielo con las manos, pensé que con el recital
acabaría con el hambre de todos los marginados, que la paz estaba al
alcance de todos. Me sentí como el visionario de Jerusalén con el milagro de
los panes y los peces. Recuerdo como el día anterior me pasé retocando poemas
para agudizar la palabra media noche, quería que fueran estiletes directos
hacia el corazón de los poderosos, que fueran como el agua de lluvia que todo
lo purifica, ¡creía en el poder de la palabra! Hoy sin embargo pienso que del
millar de personas que estaban escuchando solo Rigoberta y yo entendimos el
mensaje.
Situaciones así han existido
muchas, he tenido recitales, conferencias, encuentros poéticos con miles de
personas que a veces daban la sensación de escuchar pero en realidad están
deseando que termine pronto el acto, para tragarse los aperitivos sin hacer
ninguna reflexión sobre lo que han escuchado. Cuando he hecho algún comentario
sobre la actitud de la gente me han contestado que lo mejor es no poner
aperitivo, pero si no se pone nada de comer no va nadie.
Cómo decía antes, he tenido
muchísimas ocasiones y muchísimos quebraderos de cabeza dedicando horas
interminables a tocar el tambor de las conciencias, a dibujar versos doloridos,
que se quedaran perdidos en el tiempo como migajas de amor, ¿Quién prestará
atención a señales de socorro de corazones perdidos? ¡Nadie! ¿Para qué dibujar
gritos de repulsa o dibujar paz en los versos? ¡Para que se pongan amarillos!
¿Para qué seguir buscando el arpa de los sentidos si nadie quiere escucharla?
Por eso hoy en estos momentos
de reflexión, al traspasar los sesenta años y teniendo los fuegos artificiales,
los sueños literarios y la afición quijotesca metidos en el cajón del pasado
digo como decía Vital Haza, “Después de hacer tanto soneto a la muerte y de
pasar tan mal rato tendrían que palizarme por necio y por mentecato”
Yo más o menos pienso igual,
ya voy a intentar de pasar el tiempo que me queda en repasar lo hecho, en
ordenar lo pensado en no meterme con nadie y ¡”vivir tan ricamente!” Por lo
menos voy a intentarlo ya que he aprendido a controlar los Estremecimientos.........
Ante los....... Desajustes....... de la vida. Ya estoy más endurecida por haber
visto tanto desastre meteorológico, tanta corrupción “malaya”, tanta violación infantil,
tanta violencia de género, prostitución,
robos, engaños, guerras, masacres, trafico de drogas, etc.
En fin yo podría escribir
kilómetros de versos con todas las maldades que puede hacer el ser humano, pero
ha llegado la hora de cesar de dar golpes de tábano sobre el espejo del mundo,
de dejar la conciencia del poderoso bañándose oro, a los guías del espíritu
subiendo Santos al cielo y a los pobres con los pobres reciclando sin cesar
para evitar el cambio climático.
Y yo viviré tranquilamente mientras me llaman cobarde,
cobarde por haber envejecido montada en el “Rucio” buscando versos absurdos,
ahora me da la risa tonta porque se demasiadas cosas, he visto demasiadas cosas
y como decía León Felipe, “ya me han contado todos los cuentos, me sé todos los
cuentos” pero yo, da la casualidad que como él ¡tampoco creo en los cuentos! Lo
único que sé es que...
¡No quiero un ático en el cielo, ni un saco de oro para
meter mañana mis huesos podridos!
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