domingo, 20 de junio de 2010

Palabras

PALABRAS






Granada sandoval



Yo siempre he tenido palabras, mi boca es un volcán de palabras, mi boca es la fuerza de la palabra misma, del sentir más hondo de todo lo que pienso.
Mi cabeza piensa constantemente, las frases salen a borbotones, siempre distintas, siempre aderezadas con el sentir profundo de quien nació sincera. A veces son frases hechas, cosas aprendidas, pero la mayoría de las veces son sorprendentemente nuevas, distintas a todo lo aprendido, cosas que ni había imaginado, incógnitas sin nombre que debo de bautizar con sentimientos extraños.
A veces son poemas que brotan como un río, ¡palabras!, ¡Siempre palabras!. Frases y más frases atormentando el alma de quien nació para escribir.
Escribir y hablar es el oficio del poeta, me digo muchas veces cansada de pensar.
¡Poeta, trovador de los tiempos,! ¡Charlatán de ilusiones! ¡Vendedor de los sueños!
¡Qué fácil parece colocarse ésta etiqueta! Todos los días estoy conociendo poetas, rimadores de escalera que no conocen más senda que una cinta de palabra: Pero palabra vacía, palabra que no destila jugo de sangre, que no tiene sonido de tormenta, que no suena a citaras o violines. Son palabras sin alas, pájaros sin horizonte, faros sin luz, frases donde falta la esencia pura de la palabra misma, la fuerza que se agarra al corazón y a la sangre como el filo de un cuchillo.
Las palabras son un túnel de perfección, una laguna de ideas, un torrente de armonía que no permite descuidos ni vestimenta baldía.
El orfebre de palabras que cultive la poesía a de saber estar siempre afilando la palabra, puliendo la palabra, cultivando la quinta esencia de la frase justa, para desnudar la idea y aderezarla en su justa medida.
Lo demás, son sueños, petardos sin espoleta que van petando en castillos a ras de suelo y caseta. Batallitas de quijotes sonando la pandereta para ponerse blasones sin fuerza y sin etiqueta


VERSOS


Versos, versos y más versos, torrentera inexplicable que todos llevamos sujeta en algún rincón del pensamiento.
Sensaciones ocultas que se mezclan entre sí apretujadas y quietas hasta que un día bajan a los labios para dar imagen a los versos.
Porque los versos son la cara del sentimiento, el rostro del subconsciente, la figura de la idea que se va cincelando poco a poco.
Son la silueta de cosas que un día fueron emociones, fragmentos de amor, trocitos de ternura, vivencias que van cayendo del alma como serpentinas de ilusión; otras son astillas de desencanto o de añoranza, otras, gritos desesperados que arrancan esquirlas del alma dejando sobre el papel un bofetón de repulsa.
Los versos son recuerdos de cosas que están gravadas en el disco duro de la memoria y un día cualquiera, de un año cualquiera, se deciden a desclavarse del cerebro para tomar forma en el verso intentando de esta manera no desaparecer en el desván del olvido.





Me gusta jugar con la palabra, me gusta hacer de las frases un juguete que alivie mi abatimiento. A veces a altas horas de la madrugada, cargada de pesares me acuden los insomnios, cansada de ver atrocidades en la televisión, ¡Padres que matan a los hijos, suicidas cargados de explosivos que revientan en cualquier sitio
Llevándose por delante a todo ser viviente, maridos que apuñalan a su compañera por cualquier cosa, sacerdotes corruptos en pornografía infantil, políticos que se sacan los ojos por coger la vara de mando etc.
¡ Cansada, como digo de ver tanto disparate, no puedo conciliar el sueño y entonces es cuando me gusta entretener el tiempo jugando con la palabra. Me paso noches enteras escarbando en los sentidos con el deseo de buscar un mundo mejor Y cómo no, intento descubrirlo en los vocablos, en ellos rebusco afanosamente porque mi deseo es forjar frases nuevas, cosas que puedan tranquilizarme escarbando como loca en el archivo de la memoria.
Cuando hago esto, siento que se me relajan los nervios, que la sangre me circula sosegada por los regajos del cuerpo.
A veces me quedo asombrada, porque no sé si la fluidez del lenguaje corre con tanta rapidez por las cosas aprendidas, o es fustigado con saña por el deseo de aprender. Pero las siento brotar como un torbellino incontrolable, a veces cosas absurdas que al repasarlas tengo que rectificar mil veces y otras en un entramado de rimas coherentes y perfectas.
Palabras, siempre palabras, vocablos que son agua viva brotando del secano del alma, torrente de sinónimos que buscan la similitud en los recodos perdidos por el zurrón del tiempo. Así me paso noches enteras, como un trapecista del verso, balanceándome constantemente en el más difícil todavía, ¡Buscando, siempre buscando una frase nueva con una rosa en los labios y un punzón entre los versos!
¡Y cómo no! Cómo buen trapecista, me doy seguridad abrazándome a la paciencia, ¡ Muchísima paciencia! Para permanecer horas, que digo horas, días enteros, años o la vida entera si falta hace, para forjar un poema en el vaivén de un verso.
Un poema que nunca considero terminado, ¡Siempre me faltan palabras! ¡Siempre queda algo por redondear! ¿Conseguiré algún día hacer el poema perfecto? Ese poema limpio, puro y hermoso que pueda hacerle comprender al mundo la grandeza que encierra la palabra “Amar al prójimo como a sí mismo” Si alguna vez consigo pinchar exacto, dar en la diana con la palabra justa, entonces podré decir, ¡Albricias, soy poeta! ¡He derramado por fin un chorro de estrellas sobre los asnos del mundo!